domingo, 29 de marzo de 2020

El goleador que brilló en la portería

Por Camilo Rueda Navarro


Era el botín de oro. Con sus 31 anotaciones, había sido la figura de la nueva estrella que el club bordó en su historial. Venido desde el sur del continente, lo suyo eran los goles. Por eso el entrenador había abogado para su continuidad. El goleador agradeció la confianza, pero esta temporada no había podido refrendar su capacidad en las redes rivales.

El torneo avanzaba y el equipo marchaba a mitad de tabla. Y el calendario indicó visita a la capital azucarera a enfrentar al líder.

“Quedáte tranquilo que la próxima fecha vas a ser figura”, le alentó su compatriota, el portero Ayala. “Qué va, si van embalados porque son líderes. Además llevan varias fechas sin perder en casa”, respondió escéptico. “Pues ya veremos. Vamos a dar la sorpresa”.

El día anterior del partido, se hospedaron en un hotel en el centro de la ciudad. Se desveló pensando en su mala racha. Además, las tonadas de salsa que se oían a lo lejos le interrumpían el reposo. Finalmente pudo contemplar el sueño.

Y llegó el día: un domingo cálido, con un sol que abrasaba los cañaduzales al norte y sur de la ciudad. El campeón vigente se enfrentaba al líder. El sólido equipo del Doctor Ochoa contra la Amenaza Verde. Los anfitriones salieron a arrollar, pero se encontraron con una resistente defensa. Calentaba el sol. Y la tribuna, a reventar, alentaba por el local.

El Expreso Rojo tomó el balón. De la mano, o mejor, de los pies del Maestrico, empezó a tocar el esférico de un lado al otro. De pronto encontró una fisura en la defensa rival y metió un pase claro para el goleador. Era su ocasión. Controló la pelota y remató fuerte: Uhh, se fue por encima. “Tranquilo, tranquilo. Ya vendrán más ocasiones”, le dijo el capitán, chocándole la mano.

El verde retomó el control. Abría la cancha con Ferreira y Rodríguez, sus letales delanteros. El arquero visitante atajó un remate y sirvió rápido para Cañón. Este eludió a un rival y asistió a Cardoso, que le puso un pase a la red. ¡Goool de Santafecito Lindo!

Con el 1-0 terminó la primera mitad. El portero Ayala sintió una molestia y pidió el cambio. El veterano Manolín Pacheco lo sustituyó sin generar ninguna preocupación en el cuerpo técnico. Los dos eran excelentes porteros y la titular se alternaba entre ellos en una sana rivalidad. Así que Pacheco estaría a la altura del reto.

Tras la arenga del técnico, el goleador tomó un sorbo de agua, se pasó la mano por la cabeza para peinarse el cabello y pensó: “Este segundo tiempo es mi oportunidad”.

El equipo salió motivado para la segunda parte. Se estaba imponiendo al líder y, si conseguía estos dos puntos, podía seguir aspirando a la defensa del título en la última rueda del campeonato.

Los azucareros salieron con todo por el empate. Querían defender su plaza y tenían con qué. Pero la defensa visitante era toda una muralla. Además tenían al Maestrico, la estrella del fútbol bogotano y quien ya proyectaba su buen juego a la Selección. Justamente fue él quien tomó el balón en la mitad de campo y armó una jugada de ensueño. Tiró un túnel, una pared y miró al frente. Remató desde lejos y anotó. “¡¡¡Gol de Santa Fe!!!”, gritaron los locutores radiales, que desde la tribuna transmitían para los barrios bogotanos donde se seguía el partido.

“¡Gol, vamos, carajo!”, gritó el goleador, no sin pensar que él seguía en su mala racha.

Con el 2-0, el Doctor hizo el segundo cambio del equipo para reforzar el mediocampo. La diferencia daba confianza pero aún quedaba largo trecho por jugar. En la siguiente jugada, en un tiro de esquina, Pacheco saltó por el balón pero chocó con un delantero rival y quedó golpeado. El médico pidió el cambio por lesión, pero ya no había sustituciones. Habría que jugar con diez y sin arquero.

– Yo tapo- dijo el goleador.
– ¿Seguro?- le preguntó el capitán.
– Sí, tranquilo. Yo me hago cargo. Aguanten ustedes que yo me ocupo acá.

Tomó un buzo negro que le llevaron desde el banco, se puso los guantes y se plantó en la portería. Sacó lejos, pero el cuadro rival tomó pronto el balón, envalentonado con la baja rival y con la ventaja de un jugador más. El paraguayo Ferreira recibió la pelota, se dio media vuelta y lanzó un remate fuerte desde lejos… “Tapóoo el porterooo”, rugieron los locutores en sus micrófonos.

Esta vez sacó en corto. Recibió Waltinho, tocó al medio pero robó un rival. Invadieron el área con un ataque rápido. El improvisado guardameta cerró el ataque y atajó. “¡Bien, vamos!” gritaban desde el banco visitante, donde -con angustia- ya miraban el reloj, que parecía correr más lento de lo habitual.

Con sus guantes y buzo negros, emulaba a la Araña Negra, Lev Yashin, el legendario portero soviético, condecorado con el Balón de Oro recientemente. Figura de la primera Eurocopa que obtuvo su selección, se había hecho famoso por su atuendo totalmente negro. Con la misma seguridad de Yashin, el goleador sacó otro par de balones con los que bombardearon su área.

Incrédulos, los hinchas del Pascual desistieron de su bullaranga inicial. El sentimiento de resignación invadió a los jugadores locales, incapaces de batir al delantero reconvertido en guardameta. Así se esfumaron los minutos finales, que transcurrieron en un toque-toque de Cañón y los suyos. Llegó el pitazo final y Omar Lorenzo fue la figura, ya no anotando goles sino evitándolos en la portería. “En Santa Fe juego donde me pongan”, le dijo a los reporteros que fueron a buscarlo al acabar el partido. “Che, te dije que ibas a ser la figura”, le dijo su compañero Ayala entre risas, mientras de la tribuna bajaron los aplausos del público, sorprendido por su actuación.

*Publicado originalmente en Lgars.com.co