jueves, 19 de diciembre de 2013

viernes, 13 de diciembre de 2013

Nelson Mandela, el hombre detrás de la leyenda


El líder sudafricano falleció este 5 de diciembre luego de haber estado junto a su familia, tras haber sido hospitalizado en diversas ocasiones en los últimos meses por las recurrentes reincidencias de infección pulmonar. El luto en Sudáfrica permanecerá hasta después del funeral.

lunes, 25 de noviembre de 2013

La cumbia de los cien goles

Como en 1971, Santa Fe marca un centenar de anotaciones en la temporada.

   

En 1971, Santa Fe se fijó el objetivo de marcar cien goles durante la temporada. Parte de la campaña fue “La cumbia de los cien goles”, tema interpretado por Gabriel Romero con la agrupación Black Stars.

La canción fue prensada en un disco de acetato de 45 revoluciones por minuto y se vendió mano a mano con la música de los cantantes del momento.

Al son de la cumbia, el Expreso Rojo marcó 103 goles y con ellos consiguió su quinta estrella.

viernes, 4 de octubre de 2013

Falleció el legendario General Giap, héroe de Vietnam


Por Cubadebate

El general Vo Nguyen Giap, figura central de la victoria de la guerra de Vietnam, murió a los 102 años, según informaron este viernes fuentes militares y familiares.

El general falleció por causas naturales en el Hospital Militar 108 de Hanoi.

“Murió por su avanzada edad, no debido a ninguna enfermedad”, aseguró una fuente militar del centro médico.

Giap estuvo en batallas significativas contra Estados Unidos como la ofensiva del Tet en 1968.

Vida heróica

Este legendario general vietnamita nació en la aldea de Una Xa, provincia de Quang Binh el 25 de agosto de 1911. Era hijo de un campesino que, aunque carecía de tierras, sabía leer y escribir y luchó toda su vida contra el régimen colonialista impuesto a su país.

En 1926, siendo aún muy joven, comenzó a luchar por la liberación de Vietnam en el instituto en el que estudiaba. Se incorporó al Menh Dang del Tan Viet y, dos años más tarde, al Quoc hoc, organizaciones clandestinas que realizaban agitación contra la ocupación extranjera.

En 1930 fue detenido y condenado a tres años de prisión, pero fue liberado algunos meses después.

En 1933 entró en la universidad de Hanoi, aunque dos años después le expulsaron por realizar agitación revolucionaria.

En la universidad conoció a Dang Xuan Khu, que más adelante adoptaría el seudónimo de Truong Chinh, el principal ideólogo del comunismo vietnamita. Fue él quien incorporó a Giap al Partido Comunista de Indochina.

En 1937 logró terminar sus estudios de Derecho en la universidad y comenzó dar clases de historia en un instituto de Hanoi, aunque en realidad se dedicaba a organizar a los profesores y alumnos en la lucha revolucionaria.

En 1939 publicó su primer libro, juntamente con Truong Chinh, titulado La cuestión campesina donde analizaban el papel que debían desempeñar los jornaleros del campo como aliados del proletariado vietnamita en el proceso revolucionario.

El año anterior se había casado con una tailandesa, Dang Thi Quang, también militante comunista, y cuando al año siguiente el Partido Comunista de Indochina fue prohibido, Giap escapó a China, donde conoció a Ho Chi Minh y estudió las tesis de Mao Zedong sobre la guerra popular prolongada y la guerra de guerrillas, que luego aplicaría magistralmente a su propio país.

Pero la policía francesa detuvo a su mujer y a su cuñada y las utilizó como rehenes para presionar a Giap y lograr que se entregara. La represión fue feroz: su cuñada fue guillotinada y su mujer condenada a cadena perpetua, muriendo en la prisión después de tres años a causa de las brutales torturas. Los verdugos también asesinaron a su hijo recién nacido, a su padre, a dos hermanas y a otros familiares.

En mayo de 1941 en la conferencia de Chingsi (China), junto con Ho Chi Minh, funda el Dong Minh (Liga Vietnamita para la Independencia), más conocido como Vietminh, para agrupar las fuerzas antijaponesas en un único frente de liberación nacional.

Ese mismo año Giap se traslada a las montañas del interior de Vietnam para iniciar la guerra de guerrillas. Allí estableció una alianza con Chu Van Tan, dirigente del Tho, un grupo guerrillero de una minoría nacional de Vietnam del noreste. Giap comenzó a construir el Tuyen Truyen Giai Phong Quan, un ejército capaz de expulsar al ocupante francés y sostener el programa del Vietminh.

Inició una campaña de dos años de propaganda armada y de reclutamiento, convirtiendo a los campesinos en guerrilleros con una combinación del entrenamiento militar y la formación política comunista. A mediados de 1945 tenía ya unos 10.000 hombres bajo su mando y pudo pasar a la ofensiva contra los japoneses que ocupaban todo el sudeste de Asia.

Junto con Ho Chi Minh, Giap dirigió sus fuerzas hacia Hanoi en agosto de 1945, y en septiembre Ho Chi Minh pudo proclamar la independencia de Vietnam, con Giap al mando del ejército revolucionario.

En la posterior guerra contra el colonialismo frances, Giap demostró la superioridad de la guerra popular sobre las fuerzas imperialistas obteniendo una espectacular victoria el 7 de mayo de 1954 en la decisiva batalla de Dien Bien Phu, una valle situado a unos 300 kilómetros al oeste de Hanoi en el que se habían atrincherado las fuerzas ocupantes francesas, confiadas en la protección de las montañas y en conseguir batir a las fuerzas revolucionarias cuando descendieran.

De los 15.094 mercenarios franceses que se agruparon en Dien Bien Phu, después de casi seis meses del sitio, solamente 73 lograron escapar del cerco, mientras que 5.000 murieron y 10.000 fueron capturados. Giap y el general Denhg lanzaron un asalto frontal a la guarnición que arrojó a los colonialistas franceses definitivamente de Indochina. El ejército de Giap y Denhg padeció la muerte de 25.000 combatientes.

Giap y Denhg derrotaron a los imperialistas con una acumulación logística extraordinaria y un uso eficaz de la artillería bien protegida. Los 60 cazabombarderos norteamericanos B-29 que acudieron en apoyo de la guarnición francesa, no lograron su objetivo, obligando a los imperialistas a diseñar un plan criminal elaborado por el almirante norteamericano Radford y el general francés Navarre consistente en arrojar bombas nucleares contra las fuerzas revolucionarias.

La campaña de Dien Bien Phu fue la primera gran victoria de un pueblo colonial y feudal, con una economía agrícola primitiva, contra un experimentado ejército imperialista sostenido por una industria y pujante moderna bélica. Los más concidos generales franceses (Leclerc, De Lattre de Tasigny, Juin, Ely, Sulan, Naverre) fracasaron uno tras otro frente a unas tropas integradas por campesinos pobres pero decididas a luchas hasta el final por su país y por el socialismo. Los gobiernos de París fueron cayendo también a medida que sus generales eran derrotados en los alejados arrozales, poniendo al descubierto la fragilidad de la IV República.

Vietnam resultó dividido y Giap fue nombrado ministro de Defensa del nuevo gobierno del Vietnam del norte que, al tiempo que continuaba la guerra popular, se esforzaba por construir una nueva sociedad socialista.

Como comendante del nuevo ejército popular, Giap dirigió la lucha en la guerra de Vietnam contra los nuevos invasores norteamericanos en el sur del país, que una vez más comenzó bajo la forma de guerra de guerrillas. Los primeros soldados estadounidenses murieron en Vietnam cuando el 8 de julio de 1959 el Vietcong atacó una base militar en Bien Hoa, al noreste de Saigon. Ese año más de 1.000 lacayos del imperialismo americano fueron ajusticiados por los guerrilleros del Vietcong y antes de 1961 otros 4.000 habían caido.


Cuatro presidentes americanos lucharon sucesivamente contra Vietnam, dejando el rastro de sangre de 57.690 mercenarios americanos ejecutados. Por parte vietnamita murieron 600.000 combatientes pero finalmente los Estados Unidos fueron obligados a salir del país en 1973. Dos años más tarde el país fue reunificado, cuando un tanque del ejército revolucionario embistió la valla de protección de la embajada americana, mientras los últimos imperialistas huían precipitadamente en un helicóptero por el tejado del edificio.

A partir de entonces Giap siguió siendo ministro de Defensa de Vietnam y miembro de pleno derecho del Politburo del Partido Comunista de Vietnam, cargo que ocupó hasta 1982.

Tras su cese, dirigió la Comisión de Ciencia y Tecnología, y en julio de 1992, le concedieron la orden de la estrella del oro, el honor más alto del nuevo Vietnam socialista.

El general Giap no sólo fue un maestro en el arte de dirigir la guerra revolucionaria, sino que además escribió sobre ella en 1961 su famosa obra “Guerra popular, ejército popular”, un manual de la guerra de guerrillas basado en su propia experiencia. En él establece los tres fundamentos básicos que debe disponer un ejército popular para lograr la victoria en la lucha contra el imperialismo: dirección, organización y estrategia. La dirección del Partido Comunista, una férrea disciplina militar y una línea política adecuada a las condiciones económicas, sociales y políticas del país.

Definió la guerra popular como “una guerra de combate para el pueblo y por el pueblo, mientras que la guerra de guerrillas es simplemente un método del combate. La guerra popular es un concepto más general. Es un concepto sintetizado. Es una guerra a la vez militar, económica y política”. La guerra popular no sólo la hace un ejército, por más que sea popular, sino que la hace todo el pueblo porque es imposible que un ejército revolucionario, por sí mismo, pueda lograr la victoria contra la reacción, sino que es todo el pueblo el que tiene que participar y ayudar en una lucha, que necesariamente debe ser prolongada.

Como buen guerrillero, Giap sabía que el éxito de la victoria cuando hay una desproporción tan grande de fuerzas, se basa en al iniciativa, la audacia y la sorpresa, lo que exige que el ejército revolucionario se desplace continuamente. Destacó como un genio de la logística, capaz de movilizar continuamente importantes contingentes de tropas, siguiendo los principios de la guerra de movimientos. Lo hizo así contra los colonialistas franceses en 1951, infiltrando a un ejército entero a través de las líneas enemigas en el delta del río Mekong, y otra vez adelantando la ofensiva de Tet en 1968 contra los estadounidenses, cuando situó a millares de hombres y toneladas de aprovisionamientos para un ataque simultáneo contra 35 centros estratégicos del sur.

La batalla de Ia Drang (19 de octubre-27 de noviembre de 1965) fue una de las más importantes del combate para ambos bandos durante la guerra de liberación de Vietnam. Tras ella el general imperialista Westmoreland creyó que la movilidad aérea y la potencia de fuego en gran escala serían la respuesta a la estrategia de Giap, pero éste apostó a sus soldados tan cerca de las líneas americanas que los B-52 soltaban las bombas encima de sus propias filas.

Todavía hoy las tácticas guerrilleras de Giap constituyen una de las fuentes de estudio de las estrategias militares en el mundo.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Hace 40 años: el primer viaje de Fidel a Vietnam

Dieciocho días inolvidables. Crónica de Juan Marrero, enviado especial de "Granma" a aquel histórico viaje.


Ya se habían logrado los acuerdos de París que abrían el camino a la paz en Viet Nam. El 12 de septiembre de 1973, hace 40 años, Fidel Castro encabezaba una delegación del Partido y el Gobierno de Cuba que llegaba a Hanoi, la capital de la República Democrática de Viet Nam. No lo hizo directamente desde La Habana, antes estuvo en Trinidad y Tobago, Guinea (Conakry), Argel, Bagdad y Nueva Delhi.

Como reportero del diario Granma tuve el privilegio de dar cobertura a todo el recorrido, aunque quedé con una insatisfacción que cuatro décadas no han podido borrar: ser excluido del pequeño grupo de periodistas cubanos que junto a Fidel traspasaron el Paralelo 17 y que en el sur de Viet Nam se reunieron con los combatientes del Ejercito de Liberación Nacional. Las razones de esto las explicaré más adelante.

Aquel histórico viaje comenzó en Puerto España, Trinidad y Tobago. Allí, en un pequeño hotel muy próximo al aeropuerto, Fidel sostuvo un encuentro con los primeros ministros de Trinidad y Tobago (Eric Williams), Jamaica (Michael Manley), Guyana (Forbes Burnham) y Barbados (Errol Barrow). Allí les agradeció la actitud de valentía que habían tenido esos países caribeños, meses antes, de establecer relaciones con Cuba, o sea al asumir una posición común en desobediencia a la política que había impuesto Estados Unidos a la mayoría de los países de la región.

Recuerdo algo importante de aquel encuentro. Fidel les habló de la necesidad que tenía los países de América Latina y el Caribe de integrarse y cooperar entre ellos. Y decía algo que entonces era solo un sueño: “Debemos tener una organización regional que defienda nuestros intereses sin los Estados Unidos”. No hubo que esperar demasiado. En este siglo XXI eso se materializó con la creación de la Comunidad Económica de Latinoamérica y el Caribe (CELAC).

En el mismo avión de Cubana de Aviación viajaron a Guinea (Conakry), Fidel, Manley y Burnham, quienes fueron recibidos por el líder africano Sekou Touré. Y, en el mismo avión, esos cuatro mandatarios llegaron a Argel el 6 de septiembre para participar en la IV Cumbre del Movimiento de Países No Alineados (NOAL). Ese encuentro, en el que participaron 70 países, se caracterizó en una primera etapa por un torrente de oratoria retórica, huidiza, anticomunista y derechista de varios Jefes de Estado y Gobierno que con ello trataron de asestarle un golpe mortal a los principios anticolonialistas, antiimperialistas, progresistas y democráticos del movimiento que comenzó a gestarse en Bandung.

Sus discursos en la tribuna y la sabiduría política del presidente de Argelia, Houari Boumediene, de Fidel Castro, de Indira Gandhi, de la India, del arzobispo Makarios, de Chipre, y de otros dirigentes impidieron que esa cumbre terminara en un fracaso. La tendencia anticomunista fue derrotada y los derechistas salieron desmoralizados y las fuerzas progresistas fortalecidas. Entre sus acuerdos más importantes estuvo el rechazo a la criminal agresión norteamericana y el apoyo a la heroica lucha de resistencia del pueblo de Viet Nam. Durante la cumbre varios países anunciaron su reconocimiento al Gobierno Provisional de Viet Nam del Sur. Otro acuerdo fue el respaldo al amenazado gobierno popular de Salvador Allende en Chile, cuyo canciller Clodomiro Almeida lo representó en la cumbre de Argel.

Tras concluir la cumbre, y efectuar una escala en Bagdad, donde Fidel sostuvo un encuentro con el presidente Saddam Hussein, el 11 de septiembre el IL-62 de Cubana de Aviación levantó vuelo hacia Nueva Delhi. Estando en el aire se reciben las primeras noticias sobre los trágicos acontecimientos que tienen lugar en Chile. Aproximadamente a las 6 de la tarde (hora de la India) se llega a la capital india, donde la delegación cubana recibe la confirmación sobre la muerte de Allende y que las fuerzas fascistas habían tomado el Palacio de la Moneda.

Les cuento que este periodista, quien había conocido a Allende cuando dio cobertura a su visita en Cuba, quedó profundamente impresionado y afectado. Pasé por un estado de crisis que me produjo vómitos constantes, diarreas y mareos. No pude salir de la habitación 11 (¿coincidencia?) que me asignaron en el moderno hotel Ashoka. No pude, pues, participar en las actividades que desarrolló Fidel esa noche en Nueva Delhi. Supe que a las 4 de la madrugada seguiríamos viaje a Hanoi. A eso de las 3 de la madrugada bajé a tomarme un te y le conté a Fundora y Robreño, que eran los jefes del grupo de prensa, lo que me pasaba. “En ese estado creo que tendrás que quedarte aquí en Delhi. Hablaré con la embajada”, me dijo Fundora. Volví a mi habitación y recogí mi maletín de mano. Salí a la calle y pedí al chofer del carro que me habían asignado que fuéramos para el aeropuerto. Fui de los primeros que subí al avión, un IL-18, pues el IL-62 debía quedarse en tierra ya que la pista de aterrizaje en Hanoi es corta. Cuando llegó Fundora, y cuando esperaba una fuerte reprimenda, lo que hizo fue preguntarme cómo seguía. “Mejor, le respondí, no podía perderme este viaje a Viet Nam”, país al que ya conocía pues tres años antes había estado en él como corresponsal de guerra. Al poco rato de levantar vuelo el avión, el equipo médico del Comandante me vio, me inyectó y desperté cuando llegué a Hanoi, en horas del mediodía.

La bienvenida a Fidel fue apoteósica. Centenares de miles de vietnamitas bajo una temperatura de más de 30 grados centígrados se alinearon a lo largo de diez kilómetros. Escribí en un primer despacho para Granma: “El calor ofrecido por el pueblo vietnamita a Fidel y a la comitiva oficial que lo acompaña sobrepasa el límite de lo descriptible. Hanoi está de fiesta…la visita de Fidel ha conmocionado a cada hombre y mujer, a cada joven y anciano, a cada niño. Hay que verlos en las calles ansiosos por ver a Fidel, hay que verlos desplegando pequeñas banderas de Viet Nam y Cuba al paso de la delegación cubana, hay que verlos gritando en español Viva Cuba, Viva Fidel. Estas expresiones llegan profundamente a nuestros corazones porque sabemos que brotan de rostros de héroes de la guerra, de forjadores de la victoria contra la agresión yanqui”.

Le Duan, primer secretario del Partido de los Trabajadores de Viet Nam, Pham Van Dong, primer ministro, y Vo Nguyen Giap, el héroe de Dien Bien Phu, dieron la bienvenida a Fidel en el aeropuerto. Por vez primera se usó en Viet Nam un auto descubierto para recibir a un Jefe de Estado o Gobierno que lentamente avanzó hasta el Palacio Presidencial. Y allí Fidel dijo: “Viet Nam es el más extraordinario ejemplo del espíritu revolucionario de un pueblo. Por eso hemos viajado desde Cuba, tan distante geográficamente, pero tan cerca en las ideas y en los sentimientos”. Ese mismo primer día comenzaron las conversaciones oficiales entre las delegaciones de Viet Nam y Cuba y hubo una cena de bienvenida a Fidel.

La visita se había programado para dos semanas, pero los acontecimientos en Chile determinaron fuese acortada.

El 13 de septiembre, Fidel visitó la casa en que vivió el presidente Ho Chi Minh, situada justamente al lado del Palacio Presidencial. Lo hizo acompañado por Pham Van Dong y Giap. Esa casa fue construida en los días en que los bombardeos yanquis a Hanoi fueron más intensos. Recorrió la habitación donde el tío Ho falleció el 1 de septiembre de 1969. Y allí, Pham Van Dong comentó: “El sueño más profundo de Ho Chi Minh era ir al sur. Pero en los últimos años de su vida él estaba muy delicado físicamente, y así y todo él nos pedía: “Quiero ir ahora al Sur para unirme a los combatientes”. También Fidel estuvo en el estuario, fuera de la casa, donde Ho Chi Minh acostumbraba a sentarse en los atardeceres y dar alimentos a sus peces.

El propio día Fidel estuvo en el Museo del Ejército Popular de Viet Nam. Y allí, ante una maqueta, Giap le explicó detalladamente la batalla de Dien Bien Phu, que se extendió por 55 días, y que puso fin al dominio colonial francés en Viet Nam. Fidel, como ha sido siempre su estilo, ansioso de conocer cada detalle, hizo numerosas preguntas al héroe vietnamita. Algunas de ellas: ¿Qué posibilidades tenían las fuerzas francesas de reforzar por tierra a Dien Bien Phu? ¿Por qué no intentaron reforzar por tierra? ¿Cómo hicieron el traslado de los abastecimientos a los defensores de Dien Bien Phu? ¿Cuántos cañones y piezas de artillería tenían? ¿Cómo era las trincheras? Haciendo gala de buena memoria, Giap recordaba con precisión cada cifra. Al final del encuentro, Giap impuso los sellos de combatientes de Dien Bien Phu a Fidel, a Carlos Rafael Rodríguez, a Osmany Cienfuegos, a Héctor Rodríguez Llompart, a Pepín Naranjo, a Melba Hernández, al embajador Raúl Valdés Vivó y a otros integrantes de la delegación cubana.

El 14 de septiembre, una parte del reducido grupo de periodistas, personal médico e incluso algunos integrantes del cuerpo de seguridad del Comandante en Jefe emprendimos camino hacia Haiphong, puerto de Viet Nam que durante muchos años fue centro de los ataques de la aviación norteamericana. Solo quedaron Santiago Álvarez e Iván Nápoles, del ICAIC, y el fotógrafo Pablo Caballero, de los Estudios Revolución, en Hanoi. Pensamos que éramos una avanzada y que detrás vendría la caravana de Fidel. Lo mismo que había ocurrido en Hanoi sucedió en Haiphong. Miles de gentes en las calles para dar la bienvenida a Fidel. En su nombre la recibimos los periodistas cubanos, entre ellos recuerdo a Ricardo Sáenz, de Juventud Rebelde, y a Carlos Mora, de Prensa Latina. Nos entregaron flores e incluso participamos en un mitin de masas de apoyo a Cuba.

Al día siguiente, supimos que Fidel, con una pequeña comitiva, había ido para el sur de Viet Nam. Mucho tiempo después, el compañero Valdés Vivó me explicó que por el adelanto del viaje y para garantizar la seguridad de Fidel hubo necesidad de reducir el grupo que iría al Sur. Fue una decisión entendible de los vietnamitas.

Regresamos a Hanoi, y casi al mediodía del 14 de septiembre nos trasladamos al aeropuerto para recibir a Fidel y a la comitiva cubana. Descendió de un avión An-24, se le veía feliz, y junto a la escalerilla lo recibió el general Giap, quien le dio un fuerte abrazo y, en español, decía: “Gran victoria de Cuba y Viet Nam”. Lo repitió tres veces.

Como periodista de Granma debía hacer algo para que nuestro pueblo tuviese la gran noticia del encuentro de Fidel con los combatientes de Viet Nam del Sur. Se me ocurrió, en el mismo aeropuerto, interrogar a Santiago Álvarez, capaz de sintetizar todo lo esencial que había ocurrido en los dos días del viaje al sur. Titulé la crónica El viaje de Fidel a Viet Nam y el documental “Los cuatro puentes”, que envié a La Habana el 16 de septiembre.

Empecé la crónica así: “Fidel Castro traspasó el paralelo 17, la artificial demarcación militar trazada por los imperialistas yanquis, y visitó las zonas liberadas por los patriotas de Viet Nam del Sur. Este sensacional acontecimiento se produjo durante el sábado, y fue conocido por la población de Hanoi en la mañana de hoy, poco antes de que Fidel descendiese en el aeropuerto de Gia Lam de un AN-24 que lo trajo de retorno desde la Cuarta Zona Militar. Al bajar del avión, el rostro de Fidel reflejaba una inmensa felicidad. No era para menos: acababa de materializar el hermoso sueño de avanzar por los lugares donde la guerra de agresión yanqui alcanzó sus niveles más destructivos y donde, al propio tiempo, las expresiones de heroísmo del pueblo de Viet Nam se sucedieron minuto tras minuto a lo largo de los últimos diez años en el combate contra el más poderoso y criminal imperialismo que ha conocido la humanidad”.

Santiago Álvarez, con esa locuacidad que lo caracterizaba, me contó sobre la experiencia vivida. Lo encontré casi irreconocible usando sobre su cabeza un casco verde que le obsequiaron los combatientes vietnamitas y sus ropas estaban salpicadas de barro rojo. Y aún con un estado de tensión elevado reconstruyó lo que pasó, escena por escena, momento por momento. Del encuentro de Fidel con tres héroes de las milicias en Vinh Linh, de los cráteres abiertos por las bombas yanquis, de la destrucción de caminos y puentes que hicieron difícil avanzar la caravana de jeeps y ómnibus empleados, del cruce del río Ben Hai que corre junto a la ficticia línea del paralelo 17, de la visita a la base de Doc Mien, que formó parte del complejo estratégico electrónico de Estados Unidos, de la colina 241, que los imperialistas llamaban la base Carol, y donde Fidel habló a los combatientes, de la asistencia brindada por nuestros médicos a cuatro trabajadores vietnamitas a los que explotó una bomba mientras labraban la tierra.

Santiago se proponía titular su documental “Los cuatro puentes”. ¿Por qué?, le pregunté, y me respondió: “Ese titulo me lo sugirió el paso por cerca de Dong Ha. Allí hay tres puentes sobre el río Cam Lo. El primero fue construido por los franceses, representa el colonialismo y está hoy destruido; el segundo, construido por los norteamericanos representa el neocolonialismo y también está destruido; el tercero, es obra de los vietnamitas y por él cruzaron Fidel y su delegación, está nuevecito, es modesto, sobre pontones, pero sobre él pasan todos los vietnamitas. “¿Y cuál es el cuarto puente, Santiago? ”Ese es el que yo llamo El Puente de la Solidaridad y de la Amistad con Viet Nam. Ese existe desde hace muchos años por aire, por mar, por tierra, por la radio, por la prensa, por el cine, por los comités de solidaridad de todo el mundo”.

El 18 de septiembre salimos de Hanoi. Se hicieron escalas técnicas en Calcuta y Delhi –aquí se tomó nuevamente el IL-62–, y después en Praga y Gander. Fidel habló en varios aeropuertos con la prensa. Junto con la visita a Viet Nam y la cumbre de No Alineados, muy presente estuvo el tema de la tragedia ocurrida en Chile. Denunció la participación norteamericana en el complot para derrocar a Allende, los métodos fascistas de los militares golpistas y la valentía y dignidad del presidente Allende que lo convertiría en una bandera de lucha para el pueblo chileno.

Treinta y seis horas después estaríamos en La Habana. Fueron 18 días muy productivos e inolvidables.

Tomado de Cubadebate

lunes, 9 de septiembre de 2013

Miles de chilenos marchan para deplorar golpe de Estado de 1973


A cuatro décadas del golpe de Estado que puso fin al gobierno del presidente Salvador Allende, miles de chilenos salieron a las calles de Santiago para repudiar el hecho y exigir que se esclarezcan las millares de desapariciones forzadas que marcaron el mandato del dictador Augusto Pinochet.

jueves, 29 de agosto de 2013

Paro agrario en Bogotá: Remember septiembre de 1977

Por Horacio Duque Giraldo

Con el día de hoy, Bogotá, la Sabana y los alrededores de la Capital han vivido una intenso y explosivo tramo del levantamiento popular vigente desde el 19 de agosto a raíz de la convocatoria de un paro agrario nacional.


La revuelta incluye acciones populares de mucha envergadura en Zipaquira, Facatativa, Mosquera, Funza, Fusagasuga y Pasca. En estos municipios del conurbano capitalino la multitud ha ocupado el espacio público para dejar sentir su furia e indignación contra la situación de pobreza y la arbitrariedad de los aparatos policiales del gobierno.

En Fusagasuga, han sido asesinadas varias personas. Entre ellas un estudiante dado que allí la inconformidad se ha focalizado en las irregularidades que se dan en la Universidad de Cundinamarca, regentada por un personaje corrupto y clientelista, el señor Adolfo Polo Solano, una ficha de las descompuestas roscas de los directorios oficialistas cundinamarqueses. Polo es un delincuente de cuello blanco que lleva varios años apropiándose de los dineros públicos de dicho centro docente, mediante contratos fraudulentos. Dineros que le han permitido comprar lujosas propiedades en España y La Florida.

La revuelta popular se ha trasladado hasta las goteras de Bogotá y ayer presenciamos acciones potentisimas en Bosa, La Calera y en la populosa Ciudad Bolívar, donde miles de jóvenes desempleados y en la marginalidad, se empeñaron a fondo contra los piquetes policiales acostumbrados al atropello y la violencia en contubernio con las bandas paramilitares que se mueven como Pedro por su casa en los barrios del sur bogotano.

Los camioneros bloquearon la Avenida Boyacá y la vía a La Calera, donde actuaron de manera mancomunada con los labriegos de la región.

Los campesinos del Páramo de Sumapaz bajaron en masa hasta la Localidad de Usme y han cerrado las rutas de acceso para visibilizar sus problemas y demandas ante el gobierno nacional.

Hoy, cerca de 100 mil personas se han movilizado por las calles de la ciudad capital y han sobrevenido los enfrentamientos, en una batalla campal que es como la madre de todas contiendas sociales.

Lo que me trae a la memoria lo que fue el histórico Paro Cívico del 14 de septiembre de 1977, que puso a temblar la ciudad y el gobierno de Alfonso López Michelsen, colocado al borde del derrumbe sino es por la intervención de los militares fascistas que ensangrentaron la ciudad con asesinatos, desparecidos, torturados y encarcelados.

Lo de hoy 29 de agosto en Bogotá es como un remember del glorioso 14 de septiembre de 1977 con su descomunal paro cívico y popular.

Sigue la lucha y el señor Santos pone piel de oveja dizque porque atraviesa la tormenta y los tormentos. Aun así continua en su maniobra para dividir la huelga, desconociendo los campesinos de la periferia mientras caramelea los de Boyaca, Cundinamarca, Cauca Y Nariño, con pañitos de agua tibia y eliminación de aranceles. Pero sigue en el uso del diagrama policial de control que incluye ESMAD, la Ley de Seguridad ciudadana y los montajes judiciales de la Fiscalia con el sindicato de testigos falsos.

Nota 1. En el centro del Valle, Tulua, Buga, San Pedro y Palmira hacen presencia centenares de campesinos que han llegado desde la cordillera de Barragán a unirse al paro. Nuestro apoyo.

Nota 2. En Santander el paro esta en Berlin y los campesinos bloquean la carretera entre Bucaramanga y Cucuta. Los labriegos de Soto Norte, de Tona, California y Vetas han organizado un bloqueo a la altura de la población de Berlin. Los estudiantes de Barrancabermeja estan apostados en la carretera que lleva a Bucaramanga y los obreros de la USO han decretado un paro en respaldo de los campesinos.

Nota 3. Ojala se pudra en los calabozos del régimen el parapolitico Luis Alfredo Ramos, dizque candidato presidencial de Uribe Velez, socio del Tuso, de Ivan Roberto Duque y de otras fichas asesinas de las autodefensas. El señor es el artífice de un espantoso saqueo de la gobernación de Antioquia, que Sergio Fajardo, el actual gobernador denuncio en el libro blanco de Antioquia publicado en febrero del 2012.

lunes, 12 de agosto de 2013

Dictadura brasileña espió países vecinos

Según archivos desclasificados, los militares brasileños no creían que el Che Guevara actuara en Bolivia con el seudónimo de Ramón.


La dictadura que gobernó Brasil de 1964 a 1985 montó una estructura para espiar los secretos militares y estratégicos de los países latinoamericanos, muchos de ellos también encabezados por regímenes militares, según documentos revelados el domingo por la prensa.

De acuerdo con los documentos recién desclasificados, dados a conocer por el diario O Estado de Sao Paulo, el Plan de Informaciones Estratégicas Militares fue creado en agosto de 1978 para que agregados militares y diplomáticos en los países latinoamericanos proporcionaran información sobre las actividades militares de los países del continente.

Las revelaciones surgen en momento de tensión en las relaciones de Brasil con Estados Unidos por revelaciones de que Washington cuenta con una red de espionaje de todo tipo de comunicaciones en el mundo, siendo que Brasil es uno de los países más vigilados.

De los países del continente, únicamente Estados Unidos y Canadá no fueron blanco de espionaje de la red creada por la dictadura brasileña, según los documentos desclasificados por el Archivo Nacional.

El documento reveló que la red de espionaje recogía información sobre la estructura general de los ministerios militares, su organización, composición de fuerzas armadas, comandos, efectivos, equipos castrenses, estructura de defensa terrestre, naval y aérea, así como actividad guerrillera en el país.

Según el diario, las informaciones debían ser enviadas anualmente al gobierno brasileño, aunque si había información urgente sobre movilización de fuerzas militares, debían ser transferidas inmediatamente.

La publicación informó también que antes de la creación del aparato de espionaje militar, el régimen castrense brasileño monitoreó los movimientos guerrilleros en países como Bolivia, Colombia y Venezuela.

Señala que existía especial preocupación por la insurgencia en Bolivia, que contaba en sus filas con agentes extranjeros, incluso cubanos. El guerrillero argentino Ernesto "Che" Guevara integró la guerrilla en Bolivia y murió en ese país en 1967 tras ser preso por los militares.

Los documentos publicados por el diario revelan que los militares brasileños no creían en las versiones de que Guevara actuaba en Bolivia con el seudónimo Ramón.

AP

martes, 6 de agosto de 2013

Elogio de la dificultad

Estanislao Zuleta

Ensayo leído al recibir el título de Doctor Honoris Causa en Psicología de la Universidad del Valle en 1980

La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiesta de una manera tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidad. Entonces comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas, países de cucaña. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y, por tanto, también sin carencias y sin deseo: un océano de mermelada sagrada, una eternidad de aburrición. Metas afortunadamente inalcanzables, paraísos afortunadamente inexistentes.

Todas estas fantasías serían inocentes e inocuas, sino fuera porque constituyen el modelo de nuestros anhelos en la vida práctica.

Aquí mismo en los proyectos de la existencia cotidiana, más acá del reino de las mentiras eternas, introducimos también el ideal tonto de la seguridad garantizada; de las reconciliaciones totales; de las soluciones definitivas.

Puede decirse que nuestro problema no consiste solamente ni principalmente en que no seamos capaces de conquistar lo que nos proponemos, sino en aquello que nos proponemos: que nuestra desgracia no está tanto en la frustración de nuestros deseos, como en la forma misma de desear. Deseamos mal.

En lugar de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros, un nido de amor, y por lo tanto, en última instancia un retorno al huevo. En vez de desear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de satisfacción, una monstruosa sala-cuna de abundancia pasivamente recibida.

En lugar de desear una filosofía llena de incógnitas y preguntas abiertas, queremos poseer una doctrina global, capaz de dar cuenta de todo, revelada por espíritus que nunca han existido o por caudillos que desgraciadamente sí han existido.

Adán y sobre todo Eva, tienen el mérito original de habernos liberado del paraíso, nuestro pecado es que anhelamos regresar a él.

Desconfiemos de las mañanas radiantes en las que se inicia un reino milenario. Son muy conocidos en la historia, desde la Antigüedad hasta hoy, los horrores a los que pueden y suelen entregarse los partidos provistos de una verdad y de una meta absolutas, las iglesias cuyos miembros han sido alcanzados por la gracia –por la desgracia– de alguna revelación. El estudio de la vida social y de la vida personal nos enseña cuán próximos se encuentran una de otro la idealización y el terror. La idealización del fin, de la meta y el terror de los medios que procurarán su conquista. Quienes de esta manera tratan de someter la realidad al ideal, entran inevitablemente en una concepción paranoide de la verdad; en un sistema de pensamiento tal, que los que se atreverían a objetar algo quedan inmediatamente sometidos a la interpretación totalitaria: sus argumentos, no son argumentos, sino solamente síntomas de una naturaleza dañada o bien máscaras de malignos propósitos.

En lugar de discutir un razonamiento se le reduce a un juicio de pertenencia al otro –y el otro es, en este sistema, sinónimo de enemigo–, o se procede a un juicio de intenciones. Y este sistema se desarrolla peligrosamente hasta el punto en que ya no solamente rechaza toda oposición, sino también toda diferencia: el que no está conmigo, está contra mí, y el que no está completamente conmigo, no está conmigo. Así como hay, según Kant, un verdadero abismo de la acción, que consiste en la exigencia de una entrega total a la “causa” absoluta y concibe toda duda y toda crítica como traición o como agresión.

Ahora sabemos, por una amarga experiencia, que este abismo de la acción, con sus guerras santas y sus orgías de fraternidad no es una característica exclusiva de ciertas épocas del pasado o de civilizaciones atrasadas en el desarrollo científico y técnico; que puede funcionar muy bien y desplegar todos sus efectos sin abolir una gran capacidad de inventiva y una eficacia macabra. Sabemos que ningún origen filosóficamente elevado o supuestamente divino, inmuniza a una doctrina contra el riesgo de caer en la interpretación propia de la lógica paranoide que afirma un discurso particular –todos lo son– como la designación misma de la realidad y los otros como ceguera o mentira.

El atractivo terrible que poseen las formaciones colectivas que se embriagan con la promesa de una comunidad humana no problemática, basada en una palabra infalible, consiste en que suprimen la indecisión y la duda, la necesidad de pensar por sí mismo, otorgan a sus miembros una identidad exaltada por la participación, separan un interior bueno –el grupo– y un exterior amenazador. Así como se ahorra sin duda la angustia, se distribuye mágicamente la ambivalencia en un amor por lo propio y un odio por lo extraño y se produce la más grande simplificación de la vida, la más espantosa facilidad. Y cuando digo aquí facilidad, no ignoro ni olvido que precisamente este tipo de formaciones colectivas, se caracterizan por una inaudita capacidad de entrega y sacrificios; que sus miembros aceptan y desean el heroísmo, cuando no aspiran a la palma del martirio. Facilidad, sin embargo, porque lo que el hombre teme por encima de todo no es la muerte y el sufrimiento, en los que tantas veces se refugia, sino la angustia que genera la necesidad de ponerse en cuestión, de combinar el entusiasmo y la crítica, el amor y el respeto.

Un síntoma inequívoco de la dominación de las ideologías proféticas y de los grupos que las generan o que someten a su lógica doctrinas que les fueron extrañas en su origen, es el descrédito en que cae el concepto de respeto.

No se quiere saber nada del respeto, ni de la reciprocidad, ni de la vigencia de normas universales. Estos valores aparecen más bien como males menores propios de un resignado escepticismo, como signos de que se ha abdicado a las más caras esperanzas. Porque el respeto y las normas sólo adquieren vigencia allí donde el amor, el entusiasmo, la entrega total a la gran misión, ya no pueden aspirar a determinar las relaciones humanas. Y como el respeto es siempre el respeto a la diferencia, sólo puede afirmarse allí donde ya no se cree que la diferencia pueda disolverse en una comunidad exaltada, transparente y espontánea, o en una fusión amorosa. No se puede respetar el pensamiento del otro, tomarlo seriamente en consideración, someterlo a sus consecuencias, ejercer sobre él una critica, válida también en principio para el pensamiento propio, cuando se habla desde la verdad misma, cuando creemos que la verdad habla por nuestra boca; porque entonces el pensamiento del otro sólo puede ser error o mala fe; y el hecho mismo de su diferencia con nuestra verdad es prueba contundente de su falsedad, sin que se requiera ninguna otra. Nuestro saber es el mapa de la realidad y toda línea que se separe de él sólo puede ser imaginaria o algo peor: voluntariamente torcida por inconfesables intereses. Desde la concepción apocalíptica de la historia las normas y las leyes de cualquier tipo, son vistas como algo demasiado abstracto y mezquino frente a la gran tarea de realizar el ideal y de encarnar la promesa; y por lo tanto sólo se reclaman y se valoran cuando ya no se cree en la misión incondicionada.

Pero lo que ocurre cuando sobreviene la gran desidealización no es generalmente que se aprenda a valorar positivamente lo que tan alegremente se había desechado, estimado sólo negativamente; lo que se produce entonces, casi siempre, es una verdadera ola de pesimismo, escepticismo y realismo cínico. Se olvida entonces que la crítica a una sociedad injusta, basada en la explotación y en la dominación de clase, era fundamentalmente correcta y que el combate por una organización social racional e igualitaria sigue siendo necesario y urgente. A la desidealización sucede el arribismo individualista que además piensa que ha superado toda moral por el sólo hecho de que ha abandonado toda esperanza de una vida cualitativamente superior.

Lo más difícil, lo más importante. Lo más necesario, lo que a todos modos hay que intentar, es conservar la voluntad de luchar por una sociedad diferente sin caer en la interpretación paranoide de la lucha. Lo difícil, pero también lo esencial es valorar positivamente el respeto y la diferencia, no como un mal menor y un hecho inevitable, sino como lo que enriquece la vida e impulsa la creación y el pensamiento, como aquello sin lo cual una imaginaria comunidad de los justos cantaría el eterno hosanna del aburrimiento satisfecho. Hay que poner un gran signo de interrogación sobre el valor de lo fácil; no solamente sobre sus consecuencias, sino sobre la cosa misma, sobre la predilección por todo aquello que no exige de nosotros ninguna superación, ni nos pone en cuestión, ni nos obliga a desplegar nuestras posibilidades.

Hay que observar con cuánta desgraciada frecuencia nos otorgamos a nosotros mismos, en la vida personal y colectiva, la triste facilidad de ejercer lo que llamaré una no reciprocidad lógica: Es decir, el empleo de un método explicativo completamente diferente cuando se trata de dar cuenta de los problemas, los fracasaos y los errores propios y los del otro cuando es adversario o cuando disputamos con él. En el caso del otro aplicamos el esencialismo: lo que ha hecho, lo que le ha pasado es una manifestación de su ser más profundo; en nuestro caso aplicamos el circunstancialismo, de manera que aún los mismos fenómenos se explican por las circunstancias adversas, por alguna desgraciada coyuntura. Él es así; yo me vi obligado. Él cosechó lo que había sembrado; yo no pude evitar este resultado. El discurso del otro no es más que de su neurosis, de sus intereses egoístas; el mío es una simple constatación de los hechos y una deducción lógica de sus consecuencias. Preferiríamos que nuestra causa se juzgue por los propósitos y la adversaria por los resultados.

Y cuando de este modo nos empeñamos en ejercer esa no reciprocidad lógica que es siempre una doble falsificación, no sólo irrespetamos al otro, sino también a nosotros mismos, puesto que nos negamos a pensar efectivamente el proceso que estamos viviendo.

La difícil tarea de aplicar un mismo método explicativo y crítico a nuestra posición y a la opuesta no significa desde luego que consideremos equivalentes las doctrinas, las metas y los intereses de las personas, los partidos, las clases y las naciones en conflicto. Significa por el contrario que tenemos suficiente confianza en la superioridad de la causa que defendemos, como para estar seguros de que no necesita, ni le conviene esa doble falsificación con la cual, en verdad, podría defenderse cualquier cosa.

En el carnaval de miseria y derroche propios del capitalismo tardío se oye a la vez lejana y urgente la voz de Goethe y Marx que nos convocaron a un trabajo creador, difícil, capaz de situar al individuo concreto a la altura de las conquistas de la humanidad.

Dostoievski nos enseño a mirar hasta donde van las tentaciones de tener una fácil relación interhumana: van sólo en el sentido de buscar el poder, ya que si no se puede lograr una amistad respetuosa en una empresa común se produce lo que Bahro llama intereses compensatorios: la búsqueda de amos, el deseo de ser vasallos, el anhelo de encontrar a alguien que nos libere de una vez por todas del cuidado de que nuestra vida tenga un sentido. Dostoievski entendió, hace más de un siglo, que la dificultad de nuestra liberación procede de nuestro amor a las cadenas. Amamos las cadenas, los amos, las seguridades porque nos evitan la angustia de la razón.

Pero en medio del pesimismo de nuestra época se sigue desarrollando el pensamiento histórico, el psicoanálisis, la antropología, el marxismo, el arte y la literatura. En medio del pesimismo de nuestra época surge la lucha de los proletarios que ya saben que un trabajo insensato no se paga con nada, ni con automóviles ni con televisores; surge la rebelión magnífica de las mujeres que no aceptan una situación de inferioridad a cambio de halagos y protecciones; surge la insurrección desesperada de los jóvenes que no pueden aceptar el destino que se les ha fabricado.

Este enfoque nuevo nos permite decir como Fausto:

"También esta noche, tierra, permaneciste firme.
Y ahora renaces de nuevo a mi alrededor.
Y alientas otra vez en mi la aspiración de luchar sin descanso por una altísima existencia".

lunes, 8 de julio de 2013

Aquellos años maravillosos de Santa Fe

El exjugador Hernando “Mono” Tovar rememora las mejores épocas de Santa Fe, cuando el equipo obtuvo dos estrellas (1958 y 1960) y llegó a las semifinales de la Copa Libertadores de 1961.


Tovar jugó en el equipo cardenal entre 1954 y 1966. Luego fue entrenador de las divisiones inferiores y hoy se dedica a atender su negocio personal, la Taberna del Rey Arturo, ubicada en la carrera 15 con 93, en el norte de Bogotá.

Junto con el “Zipa” González y Carlos Aponte, Tovar también integró la Selección Colombia que participó en el Mundial de Chile ’62. Hoy espera, desde la tribuna, que Santa Fe reedite las épocas gloriosas de entonces y llegue aún más lejos.

Publicado originalmente en Semana.com

domingo, 16 de junio de 2013

Miss You (The Rolling Stones)

 

The official promo video for the Rolling Stones' 1978 single, 'Miss You'. The song is from the 1978 album Some Girls and was composed by Mick Jagger and Keith Richards and produced by the Glimmer Twins.

sábado, 4 de mayo de 2013

Ernesto Díaz



Uno de los símbolos históricos de Santa Fe, club con el que jugó en tres periodos: 1971/75, 1977/79, y 1984/86. Es uno de los diez jugadores con más partidos disputados con el cuadro capitalino: vistió 287 veces la albirroja, con la que anotó 62 goles y obtuvo dos títulos (1971 y 1975).

Rápido e inteligente, con desborbe, gambeta y gol. Uno de los mejores punteros derechos de Colombia.

De Santa Fe pasó al Standard de Lieja (Bélgica), convirtiéndose en el primer colombiano en jugar en el fútbol europeo.

Jugó además con la Selección Colombia, Junior, Medellín y Millonarios.

Falleció el 4 de mayo del 2002 (a los 49 años), cuando disputaba un partido amateur.

jueves, 25 de abril de 2013

Jaime Bateman Cayón y el M-19: treinta años

Bateman dijo que en Colombia la única forma de que a la gente le paren bolas era echando tiros. Estamos ante una oportunidad única para romper esa lógica


Por Yezid Arteta Dávila

“Abra la puerta, señora, somos del ejército”. Con estas palabras comenzaría el primer allanamiento registrado en la ciudad de Barranquilla durante el gobierno de Turbay Ayala. Era el 1ro. de julio de 1980. No había Internet y al día siguiente la edición del periódico El Heraldo traía una fotografía a dos columnas de la casa donde vivía con mis padres acompañada del titular: “Allanan y detienen sospechosos del M-19”. Eran tiempos en los que los organismos de inteligencia militar asociaban a cualquier militante de izquierda con armas y fugas.

Este 27 de abril se cumplen 30 años de la muerte de Jaime Bateman Cayón. No lo conocí pero sí a mucha de su gente y su organización. Tres cosas tuvimos en común: nacimos en el Caribe, hicimos parte de la Juventud Comunista y recibimos formación ideológica en los extramuros de Moscú. “Flaco y un poco escuálido, con una camisa de mezclilla azul y una gorra de capitán de barco, era el hombre más buscado de Colombia desde hacía 5 años”. Así describía Gabriel García Márquez al jefe del M-19 en una formidable crónica publicada en Colombia por la revista Semana y el periódico El País de España en la que relata los pormenores de lo que fue la increíble muerte de Jaime Bateman Cayón y el rescate de sus restos en las marismas del Darién panameño.

No había teléfonos celulares y Juan Gossaín, que por ese entonces hacía carrera en una emisora de Barranquilla, llamó a la casa de mis viejos para averiguar qué era lo que había pasado. Los kafkianos tentáculos del Estatuto de Seguridad que se inventó el gabinete de Turbay Ayala no habían llegado hasta el Caribe y nadie se explicaba las razones para que un pelotón del ejército madrugara a allanar una residencia en el barrio El Carmen, un vecindario cuya única fama provenía del hecho de que allí residían Roberto “El Flaco”  Meléndez, el mejor futbolista colombiano de su época, y el “Negro Ray”, el más versátil bailarín de salsa que ha tenido Barranquilla.

Le conté a Gossaín que un mayor del ejército había tocado la puerta de la casa a las cinco de la mañana con un dudoso y escueto papel firmado por un juez militar.  Eran las cinco de la mañana y ni siquiera los voceadores de periódicos se habían levantado. En cambio la tropa había madrugado a buscar armas en nuestra casa. El registro demoró unas cinco horas y dio pie a los chismosos y chismosas del barrio para especular sobre una posible caleta de whisky contrabandeado. Excavaron el patio. Un soldado peleó contra las telarañas del cielo raso sin éxito y otro más metió la mano dentro del inodoro. Nada. Estaba limpio. Sin embargo me llevaron junto con algunos ejemplares del periódico Voz Proletaria, varios carnés sin rellenar de la JUCO y una agenda en la que tomaba notas de las extenuantes reuniones del Comité Ejecutivo de la Juventud Comunista.

En aquel entonces yo cursaba cuarto año de derecho en la Universidad Libre y había sido elegido por los estudiantes al Consejo Directivo. Nadie se creía el cuento de que yo perteneciera al M-19, tanto así que el decano de la facultad, un liberal hecho a la cecina, pidió que me liberaran porque no veía razones para que me arrestaran. “Arteta jode con el cuento de las alzas de las matrículas y sus mítines pero no me lo imagino metido en conspiraciones armadas”, dijo el decano a la prensa. Esta declaración, sumada a las protestas de los estudiantes, forzó al Brigadier General Carlos Narváez Casallas, comandante de la Segunda Brigada del ejército, a tomar la decisión de liberarme, no sin antes hacerme firmar un documento en el que dejaba constancia de que no había sido torturado. “Váyase para su casa, -me dijo el oficial-, si otro día lo necesitamos vamos por usted”. Esa fue una de las razones para que un tiempo después me fuera para la guerrilla: no iba a esperar en mi casa a que volvieran por mí.

El estilo carnavalero que Jaime Bateman imprimió al M-19 hizo que mucha gente se montara en el cuento de la guerrilla. Una buena parte de los analistas que hoy escriben y opinan descaradamente en favor de las ideas más antediluvianas pasaron por allí. Pero la guerra no es un carnaval y cuando empezó a sonar bala las cosas se pusieron color de hormiga, y Turbay con sus muchachos empezaron a agarrar gente. El dulce se puso a mordiscos y en pleno auge del M-19 la condición de estudiante, profesor, artista…en fin… era razón suficiente para ser llevado hasta el cepo. El célebre poeta Luis Vidales, autor de Suenan Timbres –considerada la única obra poética de corte vanguardista de la literatura colombiana- estaba cerca de cumplir ochenta años cuando su casa fue asaltada y luego conducido hasta la Brigada de Institutos Militares (BIM) donde un juez de instrucción penal militar lo acusó de subversivo y lo trató como enemigo. En marzo de 1981, el Nobel García Márquez, pidió asilo en la embajada de México en Colombia, para no correr la misma suerte del maestro Vidales.

Nadie me lo ha contado. Lo viví en primera persona. En la sede de la Segunda Brigada de Barranquilla no me dieron una paliza como sucedía en Bogotá con otros y otras detenidas pero me sometieron a plantones y largos interrogatorios con los ojos vendados con una toalla. No recibí descargas eléctricas como pasó con mucha gente acusada de “subversión” pero nadie me asistió legalmente ni nadie me formuló cargos. Era un militante comunista sin capuchas y sin armas. Las armas llegaron después cuando quería continuar con mis ideales y no encontré más salida que “puyar el burro”. Otros, que pensaban como yo, se quedaron echando la lata en ese estrecho y oscuro callejón, hasta que se toparon contra un muro en el que fueron ejecutados como perros. Como en la novela de Kafka.

Bateman y su combo volvieron el M-19 una idea urbana. Hasta entonces, las FARC, el ELN y el EPL eran básicamente unas guerrillas rurales con un campo de acción periférico. Lejos de las muchedumbres y de las fábricas. Cuando hubo acciones de propaganda armada y operativos guerrilleros en Bogotá, Medellín o Cali, el Estado sintió que le estaban tocando los cojones, y esta puede ser una de las razones para que reaccionara tan violentamente cruel, como escribiría un tal Cortázar, y se llevaran por delante a los que no tenían velas en ese entierro.

Represión pura y dura, como si estuvieran compitiendo con las dictaduras del Cono Sur, pero formalmente no eran dictadores, se reclamaban demócratas. A veces no necesitaban disfrazarse de abuelitas y se mostraban como lobos muertos de hambre y se les iba la mano, y alguien se les moría como pasó con Marcos Zambrano. La tal dictadura del General Rojas Pinilla fue un juego de infantes con relación a las travesuras que hicieron los demócratas colombianos durante largos años de Estado de Sitio. No había necesidad de ir a cine y ver cómo se torturaba en las películas de Costa Gavras porque una situación similar se podía vivir en casa de un sindicalista que de repente era cogido por las orejas y llevado como un conejo hasta un calabozo y luego se volvía a saber de él hasta dos semanas después.

Cuando me volví guerrillero de las FARC compartí momentos con algún destacamento del M-19 en las montañas del Cauca. Juntábamos fuerzas para seguir la lucha armada. Se pensaba entonces que la guerrilla colombiana llegaría a un proceso de unidad similar al salvadoreño o guatemalteco. Nada de eso sucedió. El ánimo de unión se fue apagando con el tiempo y cada grupo hizo con su gente lo quiso.

A comienzos de los noventa el destino me fue llevando del departamento de Nariño hasta las selvas del Caquetá. Partí con un puñado de guerrilleros desde la llanura Pacifica y luego de pasar el Valle del Patía y encaramarnos sobre la cordillera central tomamos la ruta que hizo Agustín Codazzi - terminada la Guerra de Independencia en el siglo XIX-, y siguiendo las cabeceras del río Caquetá llegamos hasta los límites con el Putumayo. Unas semanas después tomamos una canoa hasta Mayoyoque y cruzamos hasta la otra ribera con la intención de llegar al rió Orteguaza. Había una operación militar en el área y un campesino que antes había servido de baquiano al M-19 en la región nos fue guiando de noche hasta un poco más arriba de la base de Tres Esquinas. Allí, dijo señalando hacia el río, fue donde un comando del Eme hizo llegar de barriga un avión cargado con armas.

Bateman y otros líderes del M-19 desaparecieron. Unos cayeron batallando como Iván Marino y Álvaro Fayad. Otros murieron en rocambolescas persecuciones. La muerte de Carlos Pizarro fue mediante una planeada escena surrealista. Los que quedaron del M-19 buscaron una salida política y la encontraron a su manera. Ninguno de los sobrevivientes del M-19 debe mostrarse avergonzado de los ideales que persiguieron. Los métodos son discutibles pero las ideas son buenas. Porqué hay que echarles tierra si son buenas y tienen plena vigencia. Porqué hay que seguir la andadura con opiniones prestadas. Las armas quedaron atrás pero no se dejen quitar los símbolos. No permitan que sus ideas sean pulverizadas.

Llevaba más de nueve años preso cuando escuché una voz que ordenaba: abran la celda de Arteta. Estaba recluido en la celda número 29 del pabellón de aislamiento de la Penitenciaria de Alta Seguridad de La Dorada. El guardián abrió y detrás de él venían dos hombres sesentones luciendo ropas civiles. “¿No se acuerda de mí?”, me dijo el que aparentaba más edad. “No, no tengo ni idea de quién es usted”, le contesté. Lo invito a tomar un café, replicó. Habían pasado veinticinco años y estaba hablando con uno de los oficiales que participó en el allanamiento de la casa de mis padres y ocupaba por esos días un cargo en la dirección de prisiones. Fue una conversación serena, sin odio, sin rencor, entre dos hombres que habían pasado un cuarto de siglo por los más inquietantes vericuetos de un país en guerra. Recordando el pasado pero sin restregar heridas. Un conflicto cerrado en falso es una bomba de relojería. La verdad histórica hay que hacerla a varias manos para que la película sea entendible por los de ahora y por los que vienen.

Jaime Bateman dijo en alguna de sus entrevistas que en Colombia la única forma de que a la gente le paren bolas era echando tiros. Eso lo enseñaron e hicieron los liberales y conservadores desde la creación de la República y no ahorraron gente para matarse entre ellos y matar a los demás. Estamos ante una oportunidad única para romper esa lógica. El foro sobre participación política acordado por el gobierno y las FARC es un buen momento para concertar las claves de lo que debe ser un Estado democrático. Para que ningún colombiano se sienta perseguido o se vea obligado a morir por sus ideas.

Tomado de Semana.com

jueves, 28 de marzo de 2013

El origen del Ejército Rojo japonés


Radicalización de la juventud antiimperialista japonesa, años 60 y 70


Con raíces en el periodo llamado "de los cócteles molotov" del PC japones en los años 50 y en los aires mundiales de revolución y de rechazo al imperialismo (recordemos el triunfo de la Revolución cubana de 1959 y argelina en 1961, la guerra de liberación en Vietnam, la derrota de la contrarrevolución fascista de Hungría 1956, la rebelión en Congo en 1961, las luchas obreras y estudiantiles en Francia e Italia, ...) entre la juventud estudiantil japonesa surgieron diversos grupos que rechazaban el dominio norteamericano de su país, querían una Revolución y expresaban solidaridad con el pueblo vietnamita y chino.

La agrupación de Kansai de la Liga de los Estudiantes Socialistas "Grupo Unidad" que se había fogueado en combates callejeros con la policía en 1968, decidió organizarse por su cuenta con una asamblea pública en setiembre de 1969 a favor de crear el "ejército rojo".  La primera acción fue atacar varias comisarias en Osaka el 22 de septiembre. Por supuesto la policía destruyó fácilmente ese grupo. El 5 de noviembre capturó a 53 de sus miembros mientras se entrenaban. Esa fiebre revolucionaria la compartían otros grupos y parte de la juventud japonesa. Por ejemplo un grupo troskizante organizó "gran mitin de inauguración del consejo nacional de estudiantes del Ejercito proletario" en septiembre de 1969 en la Universidad Hosei.

De estas luchas y de esta radicalización de la juventud antimperialista japonesa nació un grupo armado que protagonizó acciones violentas espectaculares de 1970 a 1977, el Ejército Rojo Japonés (ERJ). Atacó intereses de la entidad sionista de Israel en colaboración con el FPLP lo que ha hecho de alguno de sus integrantes héroes para las masas palestinas oprimidas. Es el caso de Kozo Okamoto quién goza de la condición de refugiado político en el Líbano.

Fue el fruto de una época de euforia revolucionaria al calor de la lucha de los pueblos vietnamita y laosiano, de la gesta guerrillera del Che Guevara, de Turcios Lima, de Manuel Marulanda, Masetti y Carlos Fonseca, del Mayo del 68 francés, de los asaltos de aviones de los palestinos, de los "panteras negras", de la lucha anticolonialista en Angola, Congo, Mozambique, Guinea Bissau y la lucha antiapartheid en Sudáfrica.

La RPDC dio asilo a integrantes del ERJ, grupo que hace tiempo desapareció.

Tomado de www.civilizacionsocialista.blogspot.com

jueves, 31 de enero de 2013

"Crear dos, tres... muchos Vietnam": Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental

Por Ernesto Che Guevara


Ya se han cumplido ventiún años desde el fin de la última conflagración mundial y diversas publicaciones, en infinidad de lenguas, celebran el acontecimiento simbolizado en la derrota del Japón. Hay un clima de aparente optimismo en muchos sectores de los dispares campos en que el mundo se divide.

Ventiún años sin guerra mundial, en estos tiempos de confrontaciones máximas, de choques violentos y cambios repentinos, parecen una cifra muy alta. Pero, sin analizar los resultados prácticos de esa paz por la que todos nos manifestamos dispuestos a luchar (la miseria, la degradación, la explotación cada vez mayor de enormes sectores del mundo) cabe preguntarse si ella es real.

No es la intención de estas notas historiar los diversos conflictos de carácter local que se han sucedido desde la rendición del Japón, no es tampoco nuestra tarea hacer un recuento, numeroso y creciente, de luchas civiles ocurridas durante estos años de pretendida paz.

Bástenos poner como ejemplos contra el desmedido optimismo las guerras de Corea y Vietnam.

En la primera, tras años de lucha feroz, la parte norte del país quedó sumida en la más terrible devastación que figure en los anales de la guerra moderna; acribillada de bombas; sin fábricas, escuelas u hospitales; sin ningún tipo de habitación para albergar a diez millones de habitantes. En esta guerra intervinieron, bajo la fementida bandera de las Naciones Unidas, decenas de países conducidos militarmente por los Estados Unidos, con la participación masiva de soldados de esa nacionalidad u el uso, como carne de cañón, de la población sudcoreana enrolada.

En el otro bando, el ejército y el pueblo de Corea y los voluntarios de la República Popular China contaron con el abastecimiento y asesoría del aparato militar soviético. Por parte de los norteamericanos se hicieron toda clase de pruebas de armas de destrucción, excluyendo las termonucleares pero incluyendo las bacteriológicas y químicas, en escala limitada. En Vietnam, se han sucedido acciones bélicas, sostenidas por las fuerzas patrióticas de ese país casi ininterrumpidamente contra tres potencias imperialistas: Japón, cuyo poderío sufriera una caída vertical a partir de las bombas de Hiroshima y Nagasaki; Francia, que recupera de aquel país vencido sus colonias indochinas e ignoraba las promesas hechas en momentos difíciles; y los Estados Unidos, en esta última fase de la contienda.

Hubieron confrontaciones limitadas en todos los continentes, aun cuando en el americano, durante mucho tiempo, sólo se produjeron conatos de lucha de liberación y cuartelazos, hasta que la Revolución cubana diera su clarinada de alerta sobre la importancia de esta región y atrajera las iras imperialistas, obligándola a la defensa de sus costas en Playa Girón, primero, y durante la Crisis de Octubre, después.

Este último incidente pudo haber provocado una guerra de incalculables proporciones, al producirse, en torno a Cuba, el choque de norteamericanos y soviéticos.

Pero, evidentemente, el foco de las contradicciones, en este momentos, está radicado en los territorios de la península indochina y los países aledaños. Laos y Vietnam son sacudidos por guerras civiles, que dejan de ser tales al hacerse presente, con todo su poderío, el imperialismo norteamericano, y toda la zona se convierte en una peligrosa espoleta presta a detonar. En Vietnam la confrontación ha adquirido características de una agudeza extrema. Tampoco es nuestra intención historiar esta guerra. Simplemente, señalaremos algunos hitos de recuerdo.

En 1954, tras la derrota aniquilante de Dien-Bien-Phu, se firmaron los acuerdos de Ginebra, que dividían al país en dos zonas y estipulaban la realización de elecciones en un plazo de 18 meses para determinar quienes debían gobernar a Vietnam y cómo se reunificaría el país. Los norteamericanos no firmaron dicho documento, comenzando las maniobras para sustituir al emperador Bao Dai, títere francés, por un hombre adecuado a sus intenciones. Este resultó ser Ngo Din Diem, cuyo trágico fin es conocido de todos.

En los meses posteriores a la firma del acuerdo, reinó el optimismo en el campo de las fuerzas populares. Se desmantelaron reductos de lucha antifrancesa en el sur del país y se esperó el cumplimiento de lo pactado. Pero pronto comprendieron los patriotas que no habría elecciones a menos que los Estados Unidos se sintieran capaces de imponer su voluntad en las urnas, cosa que no podía ocurrir, aun utilizando todos los métodos de fraude conocidos.

Nuevamente se iniciaron las luchas en el sur del país y fueron adquiriendo mayor intensidad hasta llegar al momento actual, en que el ejército norteamericano se compone de casi medio millón de invasores, mientras las fuerzas títeres disminuyen su número, y sobre todo, han perdido totalmente la combatividad.

Hace cerca de dos años que los norteamericanos comenzaron el bombardeo sistemático de la República Democrática de Vietnam en un intento más de frenar la combatividad del sur y obligar a una conferencia desde posiciones de fuerza. Al principio los bombardeos fueron más o menos aislados y se revestían de la máscara de represalias por supuestas provocaciones del norte. Después aumentaron en intensidad y método, hasta convertirse en una gigantesca batida llevada a cabo por unidades aéreas de los Estados Unidos, día a día, con el propósito de destruir todo vestigio de civilización en la zona norte del país. Es un episodio de la tristemente célebre escalada. Las aspiraciones materiales del mundo yanqui se han cumplido en buena parte a pesar de la denodada defensa de las unidades antiaéreas vietnamitas, de los más de 1,700 aviones derribados y de la ayuda del campo socialista en material de guerra.

Hay una penosa realidad: Vietnam, esa nación que representa las aspiraciones, las esperanzas de victoria de todo un mundo preterido, está trágicamente solo. Ese pueblo debe soportar los embates de la técnica norteamericana, casi a mansalva en el sur, con algunas posibilidades de defensa en el norte, pero siempre solo. La solidaridad del mundo progresista para con el pueblo de Vietnam semeja a la amarga ironía que significaba para los gladiadores del circo romano el estímulo de la plebe. No se trata de desear éxitos al agredido, sino de correr su misma suerte; acompañarlo a la muerte o la victoria.

Cuando analizamos la soledad vietnamita nos asalta la angustia de este momento ilógico de la humanidad.

El imperialismo norteamericano es culpable de agresión; sus crímenes son inmensos y repartido por todo el orbe. ¡Ya lo sabemos, señores! Pero también son culpables los que en el momento de definición vacilaron en hacer de Vietnam parte inviolable del territorio socialista, corriendo, así, los riesgos de una guerra de alcance mundial, pero también obligando a una decisión a los imperialistas norteamericanos. Y son culpables los que mantienen una guerra de denuestos y zancadillas comenzada hace ya buen tiempo por los representantes de las dos más grandes potencias del campo socialista.

Preguntemos, para lograr una respuesta honrada: ¿Está o no aislado el Vietnam, haciendo equilibrios peligrosos entre las dos potencias en pugna? Y ¡qué grandeza la de ese pueblo! ¡Qué estoicismo y valor, el de ese pueblo! Y qué lección para el mundo entraña esa lucha.

Hasta dentro de mucho tiempo no sabremos si el presidente Johnson pensaba en serio iniciar algunas de las reformas necesarias a un pueblo para limar aristas de las contradicciones de clase que asoman con fuerza explosiva y cada vez más frecuentemente. Lo cierto es que las mejoras anunciadas bajo el pomposo título de lucha por la gran sociedad han caído en el sumidero de Vietnam.

El más grande de los poderes imperialistas siente en sus entrañas el desangramiento provocado por un país pobre y atrasado y su fabulosa economía se resiente del esfuerzo de guerra. Matar deja de ser el más cómodo negocio de los monopolios. Armas de contención, y no en número suficiente, es todo lo que tienen estos soldados maravillosos, además del amor a su patria, a su sociedad y un valor a toda prueba. Pero el imperialismo se empantana en Vietnam, no halla camino de salida y busca desesperadamente alguno que le permita sortear con dignidad este peligroso trance en que se ve. Mas los "cuatro puntos" del norte y "los cinco" del sur lo atenazan, haciendo aún más decidida la confrontación.

Todo parece indicar que la paz, esa paz precaria a la que se ha dado tal nombre, sólo porque no se ha producido ninguna conflagración de carácter mundial, está otra vez en peligro de romperse ante cualquier paso irreversible e inaceptable, dado por los norteamericanos. Y, a nosotros, explotados del mundo, ¿cuál es el papel que nos corresponde? Los pueblos de tres continentes observan y aprenden su lección en Vietnam. Ya que, con la amenaza de guerra, los imperialistas ejercen su chantaje sobre la humanidad, no temer la guerra es la respuesta justa. Atacar dura e ininterrumpidamente en cada punto de confrontación, debe ser la táctica general de los pueblos. Pero, en los lugares en que esta mísera paz que sufrimos no ha sido rota, ¿cuál será nuestra tarea? Liberarnos a cualquier precio.

El panorama del mundo muestra una gran complejidad. La tarea de la liberación espera aún a países de la vieja Europa, suficientemente desarrollados para sentir todas las contradicciones del capitalismo, pero tan débiles que no pueden seguir ya seguir el rumbo del imperialismo o iniciar esa ruta. Ahí las contradicciones alcanzarán en los próximos años carácter explosivo, pero sus problemas y, por ende, la solución de los mismos son diferentes a las de nuestros pueblos dependientes y atrasados económicamente.

El campo fundamental de la explotación del imperialismo abarca los tres continentes atrasados, América, Asia y África. Cada país tiene características propias, pero los continentes, en su conjunto, también las presentan.

América constituye un conjunto más o menos homogéneo y en la casi totalidad de su territorio los capitales monopolistas norteamericanos mantienen una primacía absoluta. Los gobiernos títeres o, en el mejor de los casos, débiles y medrosos, no pueden imponerse a las órdenes del amo yanqui. Los norteamericanos han llegado casi al máximo de su dominación política y económica, poco más podrían avanzar ya. Cualquier cambio de la situación podría convertirse en un retroceso en su primacía. Su política es mantenerlo conquistado. La línea de acción se reduce en el momento actual, al uso brutal de la fuerza para impedir movimientos de liberación de cualquier tipo que sean.

Bajo el slogan, "no permitiremos otra Cuba", se encubre la posibilidad de agresiones a mansalva, como la perpetrada contra Santo Domingo o, anteriormente, la masacre de Panamá, y la clara advertencia de que las tropas yanquis están dispuestas a intervenir en cualquier lugar de América donde el orden establecido sea alterado, poniendo en peligro sus intereses. Esa política cuenta con una impunidad casi absoluta; la OEA es una máscara cómoda, por desprestigiada que esté; la ONU es de una ineficiencia rayana en el ridículo o en lo trágico; los ejércitos de todos los países de América están listos a intervenir para aplastar a sus pueblos. Se ha formado, de hecho, la internacional del crimen y la traición.

Por otra parte las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo y solo forman su furgón de cola. No hay más cambios que hacer; o revolución socialista o caricatura de revolución.

Asia es un continente de características diferentes. Las luchas de liberación contra una serie de poderes coloniales europeos, dieron por resultado el establecimiento de gobiernos más o menos progresistas, cuya evolución posterior ha sido, en algunos casos, de profundización de los objetivos primarios de la liberación nacional y en otros de reversión hacia posiciones proimperialistas.

Dado el punto de vista económico, Estados Unidos tenía poco que perder y mucho que ganar en Asia. Los cambios le favorecen; se lucha por desplazar a otros poderes neocoloniales, penetrar nuevas esferas de acción en el campo económico, a veces directamente, otras utilizando al Japón.

Pero existen condiciones políticas especiales, sobre todo en la península indochina, que le dan características de capital importancia al Asia y juegan un papel importante en la estrategia militar global del imperialismo norteamericano. Este ejerce un cerco a China a través de Corea del Sur, Japón, Taiwan, Vietnam del Sur y Tailandia, por lo menos.

Esa doble situación: un interés estratégico tan importante como el cerco militar a la República Popular China y la ambición de sus capitales por penetrar esos grandes mercados que todavía no dominan, hacen que el Asia sea uno de los lugares más explosivos del mundo actual, a pesar de la aparente estabilidad fuera del área vietnamita.

Perteneciendo geográficamente a este continente, pero con sus propias contradicciones, el Oriente Medio está en plena ebullición, sin que se pueda prever hasta dónde llegará esa guerra fría entre Israel, respaldada por los imperialistas, y los países progresistas de la zona. Es otro de los volcanes amenazadores del mundo.

El África ofrece las características de ser un campo casi virgen para la invasión neocolonial. Se han producido cambios que, en alguna medida, obligaron a los poderes neocoloniales a ceder sus antiguas prerrogativas de carácter absoluto. Pero, cuando los procesos se llevan a cabo ininterrumpidamente, al colonialismo sucede, sin violencia, un neocolonialismo de iguales efectos en cuanto a la dominación económica se refiere. Estados Unidos no tenía colonias en esta región y ahora lucha por penetrar en los antiguos cotos cerrados de sus socios. Se puede asegurar que África constituye, en los planes estratégicos del imperialismo norteamericano su reservorio a largo plazo; sus inversiones actuales sólo tienen importancia en la Unión Sudafricana y comienza su penetración en el Congo, Nigeria y otros países, donde se inicia una violenta competencia (con carácter pacífico hasta ahora) con otros poderes imperialistas.

No tiene todavía grandes intereses que defender salvo su pretendido derecho a intervenir en cada lugar del globo en que sus monopolios olfateen buenas ganancias o la existencia de grandes reservas de materias primas. Todos estos antecedentes hacen lícito el planteamiento interrogante sobre las posibilidades de liberación de los pueblos a corto o mediano plazo.

Si analizamos el África veremos que se lucha con alguna intensidad en las colonias portuguesas de Guinea, Mozambique y Angola, con particular éxito en la primera y con éxito variable en las dos restantes. Que todavía se asiste a la lucha entre sucesores de Lumumba y los viejos cómplices de Tshombe en el Congo, lucha que, en el momento actual, parece inclinarse a favor de los últimos, los que han "pacificado" en su propio provecho una gran parte del país, aunque la guerra se mantenga latente.

En Rhodesia el problema es diferente: el imperialismo británico utilizó todos los mecanismos a su alcance para entregar el poder a la minoría blanca que lo detenta actualmente. El conflicto, desde el punto de vista de Inglaterra, es absolutamente antioficial, sólo que esta potencia, con su habitual habilidad diplomática presenta una fachada de disgustos ante las medidas tomadas por el gobierno de Ian Smith, y es apoyada en su taimada actitud por algunos de los países del Commonwealth que la siguen, y atacada por una buena parte de los países del África Negra, sean o no dóciles vasallos económicos del imperialismo inglés.

En Rhodesia la situación puede tornarse sumamente explosiva si cristalizaran los esfuerzos de los patriotas negros para alzarse en armas y este movimiento fuera apoyado efectivamente por las naciones africanas vecinas. Pero por ahora todos sus problemas se ventilan en organismos tan inicuos como la ONU, el Commonwealth o la OUA.

Sin embargo, la evolución política y social del África no hace prever una situación revolucionaria continental. Las luchas de liberación contra los portugueses deben terminar victoriosamente, pero Portugal no significa nada en la nómina imperialista. Las confrontaciones de importancia revolucionaria son las que ponen en jaque a todo el aparato imperialista, aunque no por eso dejemos de luchar por la liberación de las tres colonias portuguesas y por la profundización de sus revoluciones.

Cuando las masa negras de Sudáfrica o Rhodesia inicien su auténtica lucha revolucionaria, se habrá iniciado una nueva época en el África.

O, cuando las masas empobrecidas de un país se lancen a rescatar su derecho a una vida digna, de las manos de las oligarquías gobernantes.

Hasta ahora se suceden los golpes cuartelarios en que un grupo de oficiales reemplaza a otro o a un gobernante que ya no sirva a sus intereses de casta y a los de las potencias que los manejan solapadamente, pero no hay convulsiones populares. En el Congo se dieron fugazmente estas características impulsadas por el recuerdo de Lumumba, pero han ido perdiendo fuerza en los últimos meses.

En Asia, como vimos, la situación es explosiva, y no son sólo Vietnam y Laos, donde se lucha, los puntos de fricción. También lo es Cambodia, donde en cualquier momento puede iniciarse la agresión directa norteamericana, Tailandia, Malasia y, por supuesto, Indonesia, donde no podemos pensar que se haya dicho la última palabra pese al aniquilamiento del Partido Comunista de ese país, al ocupar el poder los reaccionarios. Y, por supuesto, el Oriente Medio.

En América Latina se lucha con las armas en la mano en Guatemala, Colombia, Venezuela y Bolivia y despuntan ya los primeros brotes en Brasil. Hay otros focos de resistencia que aparecen y se extinguen. Pero casi todos los países de este continente están maduros para una lucha de tipo tal, que para resultar triunfante, no puede conformarse con menos que la instauración de un gobierno de corte socialista.

En este continente se habla prácticamente una lengua, salvo el caso excepcional del Brasil, con cuyo pueblo los de habla hispana pueden entenderse, dada la similitud de ambos idiomas. Hay una identidad tan grande entre las clases de estos países que logran una identificación de tipo «internacional americano», mucho más completa que en otros continentes. Lengua, costumbres, religión, amo común, los unen. El grado y las formas de explotación son similares en sus efectos para explotadores y explotados de una buena parte de los países de nuestra América. Y la rebelión está madurando aceleradamente en ella.

Podemos preguntarnos: esta rebelión, ¿cómo fructificará?; ¿de qué tipo será? Hemos sostenido desde hace tiempo, que dadas sus características similares, la lucha en América adquirirá, en su momento, dimensiones continentales. Será escenario de muchas grandes batallas dadas por la humanidad para su liberación.

En el marco de esa lucha de alcance continental, las que actualmente se sostienen en forma activa son sólo episodios, pero ya han dado los mártires que figurarán en la historia americana como entregando su cuota de sangre necesaria en esta última etapa de la lucha por la libertad plena del hombre. Allí figurarán los nombres del comandante Turcios Lima, del cura Camilo Torres, del comandante Fabricio Ojeda, de los comandantes Lobatón y Luis de la Puente Uceda, figuras principalísimas en los movimientos revolucionarios de Guatemala, Colombia, Venezuela y Perú.

Pero la movilización activa del pueblo crea sus nuevos dirigentes: César Montes y Yon Sosa levantan la bandera en Guatemala, Fabio Vázquez y Marulanda lo hacen en Colombia, Douglas Bravo en el occidente del país y Américo Martín en El Bachiller, dirigen sus respectivos frentes en Venezuela.

Nuevos brotes de guerra surgirán en estos y otros países americanos, como ya ha ocurrido en Bolivia, e irán creciendo, con todas las vicisitudes que entraña este peligroso oficio de revolucionario moderno. Muchos morirán víctimas de sus errores, otros caerán en el duro combate que se avecina; nuevos luchadores y nuevos dirigentes surgirán al calor de la lucha revolucionaria. El pueblo irá formando sus combatientes y sus conductores en el marco selectivo de la guerra misma, y los agentes yanquis de represión aumentarán. Hoy hay asesores en todos los países donde la lucha armada se mantiene y el ejército peruano realizó, al parecer, una exitosa batida contra los revolucionarios de ese país, también asesorado y entrenado por los yanquis. Pero si los focos de guerra se llevan con suficiente destreza política y militar, se harán prácticamente imbatibles y exigirán nuevos envíos de los yanquis. En el propio Perú, con tenacidad y firmeza, nuevas figuras aún no completamente conocidas, reorganizan la lucha guerrillera. Poco a poco, las armas obsoletas que bastan para la represión de pequeñas bandas armadas, irán convirtiéndose en armas modernas y los grupos de asesores en combatientes norteamericanos, hasta que, en un momento dado, se vean obligados a enviar cantidades crecientes de tropas regulares para asegurar la relativa estabilidad de un poder cuyo ejército nacional títere se desintegra ante los combates de las guerrillas. Es el camino de Vietnam; es el camino que deben seguir los pueblos; es el camino que seguirá América, con la característica especial de que los grupos en armas pudieran formar algo así como Juntas de Coordinación para hacer más difícil la tarea represiva del imperialismo yanqui y facilitar la propia causa.

América, continente olvidado por las últimas luchas políticas de liberación, que empieza a hacerse sentir a través de la Tricontinental en la voz de la vanguardia de sus pueblos, que es la Revolución cubana, tendrá una tarea de mucho mayor relieve: la de la creación del segundo o tercer Vietnam o del segundo y tercer Vietnam del mundo.

En definitiva, hay que tener en cuenta que el imperialismo es un sistema mundial, última etapa del capitalismo, y que hay que batirlo en una gran confrontación mundial. La finalidad estratégica de esa lucha debe ser la destrucción del imperialismo. La participación que nos toca a nosotros, los explotados y atrasados del mundo, es la de eliminar las bases de sustentación del imperialismo: nuestros pueblos oprimidos, de donde extraen capitales, materias primas, técnicos y obreros baratos y a donde exportan nuevos capitales -instrumentos de dominación-, armas y toda clase de artículos, sumiéndonos en una dependencia absoluta. El elemento fundamental de esa finalidad estratégica será, entonces, la liberación real de los pueblos; liberación que se producirá, a través de lucha armada, en la mayoría de los casos, y que tendrá, en América, casi indefectiblemente, la propiedad de convertirse en una revolución socialista.

Al enfocar la destrucción del imperialismo, hay que identificar a su cabeza, la que no es otra que los Estados Unidos de Norteamérica.

Debemos realizar una tarea de tipo general que tenga como finalidad táctica sacar al enemigo de su ambiente obligándolo a luchar en lugares donde sus hábitos de vida choquen con la realidad imperante. No se debe despreciar al adversario; el soldado norteamericano tiene capacidad técnica y está respaldado por medios de tal magnitud que lo hacen temible. Le falta esencialmente la motivación ideológica, que tienen en grado sumo sus más enconados rivales de hoy: los soldados vietnamitas. Solamente podremos triunfar sobre ese ejército en la medida en que logremos minar su moral. Y ésta se mina infligiéndole derrotas y ocasionándole sufrimientos repetidos.

Pero este pequeño esquema de victorias encierra dentro de sí sacrificios inmensos de los pueblos, sacrificios que debe exigirse desde hoy, a la luz del día, y que quizás sean menos dolorosos que los que debieron soportar si rehuyéramos constantemente el combate, para tratar de que otros sean los que nos saquen las castañas del fuego.

Claro que, el último país en liberarse, muy probablemente lo hará sin lucha armada, y los sufrimientos de una guerra larga y tan cruel como la que hacen los imperialistas, se le ahorrarán a ese pueblo. Pero tal vez sea imposible eludir esa lucha o sus efectos, en una contienda de carácter mundial y se sufra igual o más aún. No podemos predecir el futuro, pero jamás debemos ceder a la tentación claudicante de ser los abanderados de un pueblo que anhela su libertad, pero reniega de la lucha que ésta conlleva y la espera como un mendrugo de victoria.

Es absolutamente justo evitar todo sacrificio inútil. Por eso es tan importante el esclarecimiento de las posibilidades efectivas que tiene la América dependiente de liberarse en formas pacíficas. Para nosotros está clara la solución de este interrogante; podrá ser o no el momento actual el indicado para iniciar la lucha, pero no podemos hacernos ninguna ilusión, ni tenemos derecho a ello de lograr la libertad sin combatir. Y los combates no serán meras luchas callejeras de piedras contra gases lacrimógenos, ni de huelgas generales pacíficas; ni será la lucha de un pueblo enfurecido que destruya en dos o tres días el andamiaje represivo de las oligarquías gobernantes; será una lucha larga, cruenta, donde su frente estará en los refugios guerrilleros, en las ciudades, en las casas de los combatientes -donde la represión irá buscando víctimas fáciles entre sus familiares- en la población campesina masacrada, en las aldeas o ciudades destruidas por el bombardeo enemigo.

Nos empujan a esa lucha; no hay más remedio que prepararla y decidirse a emprenderla.

Los comienzos no serán fáciles; serán sumamente difíciles. Toda la capacidad de represión, toda la capacidad de brutalidad y demagogia de las oligarquías se pondrá al servicio de su causa. Nuestra misión, en la primera hora, es sobrevivir, después actuará el ejemplo perenne de la guerrilla realizando la propaganda armada en la acepción vietnamita de la frase, vale decir, la propaganda de los tiros, de los combates que se ganan o se pierden, pero se dan, contra los enemigos.

La gran enseñanza de la invencibilidad de la guerrilla prendiendo en las masas de los desposeídos. La galvanización del espíritu nacional, la preparación para tareas más duras, para resistir represiones más violentas.

El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal.

Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus lugares de diversión; hacerla total. Hay que impedirle tener un minuto de tranquilidad, un minuto de sosiego fuera de sus cuarteles, y aun dentro de los mismos: atacarlo dondequiera que se encuentre; hacerlo sentir una fiera acosada por cada lugar que transite. Entonces su moral irá decayendo.

Se hará más bestial todavía, pero se notarán los signos del decaimiento que asoma.

Y que se desarrolle un verdadero internacionalismo proletario; con ejércitos proletarios internacionales, donde la bandera bajo la que se luche sea la causa sagrada de la redención de la humanidad, de tal modo que morir bajo las enseñas de Vietnam, de Venezuela, de Guatemala, de Laos, de Guinea, de Colombia, de Bolivia, de Brasil, para citar sólo los escenarios actuales de la lucha armada sea igualmente glorioso y apetecible para un americano, un asiático, un africano y, aun, un europeo.

Cada gota de sangre derramada en un territorio bajo cuya bandera no se ha nacido, es experiencia que recoge quien sobrevive para aplicarla luego en la lucha por la liberación de su lugar de origen. Y cada pueblo que se libere, es una fase de la batalla por la liberación del propio pueblo que se ha ganado.

Es la hora de atemperar nuestras discrepancias y ponerlo todo al servicio de la lucha.

Que agitan grandes controversias al mundo que lucha por la libertad, lo sabemos todos y no lo podemos esconder. Que han adquirido un carácter y una agudeza tales que luce sumamente difícil, si no imposible, el diálogo y la conciliación, también lo sabemos. Buscar métodos para iniciar un diálogo que los contendientes rehuyen es una tarea inútil. Pero el enemigo está allí, golpea todos los días y amenaza con nuevos golpes y esos golpes nos unirán, hoy, mañana o pasado. Quienes antes lo capten y se preparen a esa unión necesaria tendrán el reconocimiento de los pueblos.

Dadas las virulencias e intransigencias con que se defiende cada causa, nosotros, los desposeídos, no podemos tomar partido por una u otra forma de manifestar las discrepancias, aun cuando coincidamos a veces con algunos planteamientos de una u otra parte, o en mayor medida con los de una parte que con los de la otra. En el momento de la lucha, la forma en que se hacen visibles las actuales diferencias constituyen una debilidad; pero en el estado en que se encuentran, querer arreglarlas mediante palabras es una ilusión. La historia las irá borrando o dándoles su verdadera explicación.

En nuestro mundo en lucha, todo lo que sea discrepancia en torno a la táctica, método de acción para la consecución de objetivos limitados, debe analizarse con el respeto que merecen las apreciaciones ajenas. En cuanto al gran objetivo estratégico, la destrucción total del imperialismo por medio de la lucha, debemos ser intransigentes.

Sinteticemos así nuestras aspiraciones de victoria: destrucción del imperialismo mediante la eliminación de su baluarte más fuerte: el dominio imperialista de los Estados Unidos de Norteamérica. Tomar como función táctica la liberación gradual de los pueblos, uno a uno o por grupos, llevando al enemigo a una lucha difícil fuera de su terreno; liquidándole sus bases de sustentación, que son territorios dependientes.

Eso significa una guerra larga. Y, lo repetimos una vez más, una guerra cruel. Que nadie se engañe cuando la vaya a iniciar y que nadie vacile en iniciarla por temor a los resultados que pueda traer para su pueblo. Es casi la única esperanza de victoria.

No podemos eludir el llamado de la hora. Nos lo enseña Vietnam con su permanente lección de heroísmo, su trágica y cotidiana lección de lucha y de muerte para lograr la victoria final.

Allí, los soldados del imperialismo encuentran la incomodidad de quien, acostumbrado al nivel de vida que ostenta la nación norteamericana, tiene que enfrentarse con la tierra hostil; la inseguridad de quien no puede moverse sin sentir que pisa territorio enemigo; la muerte a los que avanzan más allá de sus reductos fortificados, la hostilidad permanente de toda la población. Todo eso va provocando la repercusión interior en los Estados Unidos; va haciendo surgir un factor atenuado por el imperialismo en pleno vigor, la lucha de clases aun dentro de su propio territorio.

¡Cómo podríamos mirar el futuro de luminoso y cercano, si dos, tres, muchos Vietnam florecieran en la superficie del globo, con su cuota de muerte y sus tragedias inmensas, con su heroísmo cotidiano, con sus golpes repetidos al imperialismo, con la obligación que entraña para éste de dispersar sus fuerzas, bajo el embate del odio creciente de los pueblos del mundo!

Y si todos fuéramos capaces de unirnos, para que nuestros golpes fueran más sólidos y certeros, para que la ayuda de todo tipo a los pueblos en lucha fuera aún más efectiva, ¡qué grande sería el futuro, y qué cercano!

Si a nosotros, los que en un pequeño punto del mapa del mundo cumplimos el deber que preconizamos y ponemos a disposición de la lucha este poco que nos es permitido dar: nuestras vidas, nuestro sacrificio, nos toca alguno de estos días lanzar el último suspiro sobre cualquier tierra, ya nuestra, regada con nuestra sangre, sépase que hemos medido el alcance de nuestros actos y que no nos consideramos nada más que elementos en el gran ejército del proletariado, pero nos sentimos orgullosos de haber aprendido de la Revolución cubana y de su gran dirigente máximo la gran lección que emana de su actitud en esta parte del mundo: «qué importan los peligros o sacrificios de un hombre o de un pueblo, cuando está en juego el destino de la humanidad.»

Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género humano: los Estados Unidos de Norteamérica. En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ése, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria.

* Publicado originalmente en La Habana, Cuba, el 16 de abril de 1967, en forma de folleto como suplemento especial para la revista Tricontinental, órgano del Secretariado Ejecutivo de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina (OSPAAAL). Tomado de https://www.marxists.org/.