sábado, 29 de octubre de 2011

El reloj del presidente

Las elecciones del 19 de abril de 1970


Carlos Lleras Restrepo decretó el toque de queda por la televisión


De pronto, se interrumpió la programación de televisión y una voz pausada inició su discurso con aquellas tres palabras familiares: Amigas y amigos. En una serena pero enérgica alocución, el presidente Carlos Lleras analizó la situación de orden público, deteriorada desde la misma noche de las elecciones 19 de abril.


Por Armando Caicedo Garzón

Ese domingo, los periodistas de la radio emitían boletines sobre los resultados parciales de los escrutinios que en las primeras horas favorecían a Rojas, informaciones interrumpidas abruptamente por el entonces ministro de Gobierno, Carlos Augusto El Tigrillo Noriega, quien amonestó públicamente a los periodistas por realizar sus propias cuentas sin ajustarse a los comunicados de la Registraduría.

Desde ese mismo instante, por orden expresa del Ministro, los periodistas solo estaban autorizados a emitir la información electoral contenida en los lentos Boletínes Oficiales de la Registraduría. Una sombra de desconcierto afectó entonces la credibilidad del proceso electoral y la duda se anidó en la conciencia de la opinión pública.

La sensación de fraude y la consecuente reacción de los rojistas , que perdieron las elecciones por estrecho margen, provocaron las más violentas manifestaciones postelectorales de la historia.

Esa noche de martes, 50 horas después de cerradas las urnas, el Presidente interrumpió la programación de televisión para dirigirse a sus compatriotas.

... ya lo dije y lo repito, que aquí se sostendrá la Constitución y yo seguiré en el mando hasta el 7 de agosto, si estoy vivo. Solo saldré del Palacio muerto.

... La afirmación de la Anapo sobre fraude es falsa y la rechazo de la manera más enfática. El país sabe que no miento...

... en cuanto a Bogotá, son las ocho. (Aquí el Presidente mira su reloj). A las nueve de la noche no debe haber gente en las calles. El toque de queda se cumplirá, y quien salga a la calle será por su cuenta y con las consecuencias de quien viola un Estado de Guerra. La gente tiene una hora para dirigirse a sus casas... .

Los bogotanos consultaron el reloj para comprobar si marcaba la misma hora que el reloj del Presidente.

La noticia se regó por la capital. Miles de ciudadanos recorrían, en agitado pasitrote, las cada vez más desoladas avenidas, rumbo a sus hogares. Otros improvisaban amanecida en la oficina, mientras los más avispados se refugiaban en cama ajena, previa notificación telefónica, con la manida disculpa: Mija, me cogió el toque.

Las ocho calles que conducen a la casa del General Rojas en el sector de Teusaquillo quedaron bloqueadas. Miles de sus adeptos que desde los barrios populares convergían hasta allí, no pudieron avanzar y fueron dispersados. La escasa información sobre la familia Rojas dio rienda suelta a torcidas especulaciones. En la mente de algunos anapistas se pensaba con el deseo y se echó a rodar la bola de que María Eugenia Rojas se hallaba detenida en Bucaramanga, cuando se alistaba a incorporarse a la guerrilla.

La realidad estaba lejos de ser asimilada por la opinión pública. En ese momento, el país se encontraba inmerso en un mar de encontradas emociones. Le robaron las elecciones a Rojas fue la sensación que quedó flotando en el ambiente.

Realmente, los periodistas obraron de la mejor buena fe. Es evidente que los grandes centros urbanos tienen la mejor estructura de comunicaciones y por lo tanto los datos electorales de las grandes urbes llegaron de primero a la Registraduría. Comoquiera que en Cali, Medellín, Bucaramanga, Barranquilla y Bogotá triunfó Rojas, y éstos fueron los primeros datos que llegaron, también fueron los primeros en ser difundidos por la radio.

Quien obró fuera de contexto fue el Ministro de Gobierno. Inseguro, emocionado y turbado transmitió al aire la sensación de chocorazo oficial.

Después, cuando empezaron a llegar los datos de provincia, la ligera ventaja de Rojas se convirtió en ligera ventaja para Pastrana. Los datos finales así lo comprueban. Pastrana ganó en doce departamentos. Rojas fue mayoría en siete. Y Sourdis, en tres.

El presidente Carlos Leras, a quien el pueblo llamaba Remache como síntesis de su baja estatura y su genio acerado, libró la Noche del reloj del Presidente su más memorable batalla política.

Muchos colombianos no se tragaron los resultados de la Registraduría. Entre otros, algunos apasionados integrantes de la Anapo, quienes decidieron convertir a este 19 de abril en motivo de rebeldía. De allí nació, con el espíritu de vindicta, el Movimiento 19 de Abril, M-19.

Covertido en símbolo de autoridad el reloj del Presidente de fabricación soviética fue posteriormente donado y luego rematado, para beneficio de una obra social.

viernes, 28 de octubre de 2011

La "explosión" cubana en los Juegos Panamericanos de Cali 1971

Santiago de Cali obtuvo la sede en los anteriores Juegos de Winnipeg y contó con 31 países en son competitivo del 31 de julio al 13 de agosto, 2.996 participantes, 20 deportes y 194 pruebas.



Cuba venció a Estados Unidos en baloncesto.

Por Enrique Montesinos
Granma


A nadie se le ocurriría obviar al jamaiquino Donald Quarrie y al cubano Pedro Pérez Dueña como los astros del atletismo en los VI Juegos de Cali 1971. Aunque hubo 20 campeones de Estados Unidos, de 24 posibles, ninguno resplandeció universalmente como aquellos.


Quarrie igualó con 19.8 la primacía para los 200 m, además de conquistar los 100 y colaborar con la tercera dorada de Jamaica como rauda flecha en el cierre de la posta corta.

Pedro Pérez Dueña, un jovencito de 19 años y constitución física aparentemente impropia para el triple salto, no contaba como vencedor de estelares del rango del brasileño Prudencio, subcampeón olímpico y por minutos recordista mundial (17.27) durante aquella fiesta de marcas de los Olímpicos México’68, terminada por el soviético Victor Saneiev con 17.39.

Pero la noche del 5 de agosto de 1971 el cubano adquirió protagonismo desde su primer intento, con un 16.92 pulverizador de la primacía continental más antigua, 16.56 del coloso Adhemar Ferreira Da Silva desde México’55.

Inspirado, el hoy médico dejó pasmados a entendidos y profanos al estirarse seguidamente hasta un coto de leyenda por entonces, ¡17.40!, récord del mundo, superior por la mínima al de Saneiev.

En el atletismo femenino acompañaron a Pérez Dueña las lanzadoras Carmen Romero, disco, y Tomasa Núñez, jabalina, fallecida después en plena juventud, ambas con récords.

Los puños cubanos volvieron como los mejores, cuatro de once coronas, pues se incluyó la categoría de 48 kg, con dominio de Rafael Carbonell. Repitieron Enrique Regüeiferos, en 63,5; Rolando Garbey, de nuevo en 71; y se sumó en 67 Emilio Correa, novel sustituto del lesionado campeón anterior Andrés Molina.

No pasamos por alto el debut del mejor peso completo aficionado de todos los tiempos, Teófilo Stevenson, bronce al perder frente a Duane Bobic, la llamada Gran Esperanza Blanca, cuya aureola de invencible destrozó al año siguiente en Munich’72, noqueándolo en el tránsito semifinal hacia el primero de sus tres cetros olímpicos.

Otros deportes individuales

Cintillos periodísticos mereció la épica cuarteta de 100 km contra reloj —Galio Albelo, Aldo Búfalo Arencibia, Roberto Menéndez y Pedro Rodríguez—, oro histórico del pedalismo cubano a ese nivel.

La esgrima repartió 9 medallas per cápita para Estados Unidos (5-2-2) y Cuba (3-4-2). La gimnasia cubana obtuvo 5 de 7 entre varones y Estados Unidos las 6 femeninas para encabezar el bello deporte, lo mismo que en lucha, en cuyo colchón sus gladiadores llavearon 7 de 10 divisiones, mas Cuba líderó en metales, 10 (3 de oro y 7 de plata).

En la plataforma de pesas nueve divisiones repartieron 36 juegos de preseas, segundo deporte cuantitativo, con 30 para Estados Unidos y 28 para Cuba, mejor el primero en oros, 19 por 7.

Ocho conjuntos de Cuba ascendieron al podio de premiaciones, con mención para la novena beisbolera en su invicta reconquista del gallardete. También brilló el voleibol, en pareja. Subtítulo en polo acuático y bronces en fútbol y baloncesto (m y f).

Al compendiar los resultados globales se aquilató la proeza del deporte cubano, flamantemente instalado detrás de Estados Unidos. Un año antes la Isla "detonó" en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, pero ni soñar con desplazar a naciones de mayor desarrollo, muy superiores en territorio y en población.

El lema: ¡En Cali, 1 por 3!, solo promovía tantas medallas como en las tres citas anteriores. Más resultó batido con creces, pues de 72 (14-24-34) se llegó en salto de excelencia hasta 105 (30-49-26).

La explosión continental aturdió con la conquista de seis títulos más que los 24 de cinco Juegos previos y por apenas cinco no igualó de un tirón las 110 preseas tricolores acopiadas desde Buenos Aires’51.

Estados Unidos volvió a puntear cómodo en la tabla, 105 oros, pero con 15 menos, no obstante las 24 pruebas más que en Winnipeg.

En colectivos tuvo un perfil intrascendente al solo ganar en polo acuático y naufragó hasta en su patrimonial baloncesto (m), ausente de los seis primeros puestos cuando jamás había tropezado. Papel decisivo jugó la costosa derrota a manos de Cuba, 69-73, pues Brasil aventajó al quinteto isleño 73-68 y aunque cayó frente a Estados Unidos 79-81, auriverdes y antillanos dejaron en la cuneta del grupo a los norteños por diferencia de puntos.

Así fue Cuba segunda en Cali. Así continuaría.

sábado, 22 de octubre de 2011

Gadafi y su "Libro verde"

Como Mao en su libro rojo, el líder libio ha publicado sus reflexiones teóricas sobre el poder y el pueblo.




Por José F. Beaumont
El País, 12 de octubre de 1979

Liberador para algunos, dictador para otros, patriarca bíblico y pacifista según algunos, fenómeno peligroso y alentador de terroristas según otros, el líder de la revolución libia, coronel Gadafi, se ha convertido, a sus 37 años, en una de las personalidades más polémicas del continente africano, especialmente desde que se publicó este año la tercera parte de su libro verde, dedicada al desarrollo de las relaciones sociales. El libro, construido según el modelo del libro rojo de Mao, ha sido estudiado este mismo mes por más de quinientos especialistas en economía, política y sociología de todo el mundo que se han reunido durante cuatro días en la Universidad de Benghazi (Libia).

El profesor español Pedro Martínez Montávez, especialista en arabismo, rector de la Universidad Autónoma de Madrid ha asistido a este seminario internacional sobre el Libro verde y sintetiza sus impresiones de esta manera: «El seminario me sirvió, sobre todo, para reflexionar sobre la personalidad de Gadafi. Independientemente de la validez y alcance de su doctrina política y social, hay que afirmar que se trata de una persona absolutamente singular. Lo peor que se puede hacer con Gadafi es desdeñarlo, marginarlo, no tenerlo en cuenta o considerarlo como algo insignificante. Con su personalidad creó que se está conformando un fenómeno que puede llegar a tener un gran alcance». «En su comportamiento es un hombre de una extremada sencillez», añade el profesor Montávez, «lo que no es de extrañar en un árabe y sobre todo en un musulmán. No se manifiesta en tonos violentos ni agresivos, habla en un lenguaje coloquial, con un tono de voz sereno y poco variable, Se parece, más que a un líder político, a una especie de patriarca que habla en tonos bíblicos, no se inmuta ni tiene desbordamientos emocionales, o, al menos, si los tiene, los controla.»

Gadafi con Nasser, su "padre" político.

El 1 de septiembre de 1969 el coronel Gadafi liquidó la monarquía libia tras un golpe de Estado y proclamó la República Arabe de Libia, nombre que más tarde sería cambiado por el de Jamahiriya Arabe Libia Popular Socialista. Desde entonces, Libia, con un terreno equivalente al de la República Federal de Alemania, Francia, Holanda y países escandinavos juntos, lo que le hace ser el cuarto país africano en extensión, y con apenas dos millones y medio de habitantes, se ha convertido en el tercer país productor de petróleo (después de Arabia Saudí y Kuwait). Según los planes nacionales previstos para 1980, ya se habrá erradicado el analfabetismo de este país.

Precisamente para que todos puedan leer su doctrina, Gadafi se ha apresurado a terminar su Libro verde, que es como la expresión de sus reflexiones teóricas. En las tres partes del libro (El poder del pueblo, El socialismo y La base social) el líder libio ha pretendido construir un cuerpo doctrinal denominado Tercera teoría universal, que propone una conformación de la sociedad que no es ni la marxista ni la capitalista.

«En algunas líneas centrales de su pensamiento», señala el profésor Martínez Montávez, «se vincula aún a la parcela del socialismo árabe de Naser, aunque tiene marcadas diferencias. Respecto a otras facciones socialistas árabes, las diferencias son mucho mayores. Gadafi ve como total el fracaso de los sistemas parlamentarios y por eso busca la representación popular directa. Lo que no queda claro es si existe otro sistema mejor en la práctica que el parlamentario, aunque éste no sea perfecto. Y dado que la formulación de las tesis gadafíes es muy reciente -sólo cuenta con cuatro años de existencia-, su aplicación o repercusiones en la práctica son muy limitadas.»

Apoyo popular

El objetivo del Libro verde es dotar al pueblo de unos principios teóricos que le permitan conformarse como comunidad nacional de una manera concreta y con un sentido pragmático. Para ello cuenta con el apoyo de una amplia base de ciudadanos. Apoyo popular que lo ha conseguido, según algunos, porque ha construido una conciencia nacional en el pueblo libio, porque ha creado bienes de consumo (casas, televisión en color, videotapes, lujosos automóviles) sobre la base de los petrodólares y porque ha mantenido un Estado policial rígido (su sistema de represión no sería la cárcel, sino otras medidas más drásticas).«En la parte tercera del libro, referida al ámbito moral y social, los problemas», dice el profesor Mártínez Montávez, «no están resueltos. Las tesis sociales de Gadafi son, en la medida en que están vinculadas a la doctrina islámica, más puristas y tradicionalistas que profundamente renovadoras. Por ejemplo, en lo que se refiere a la mujer, aunque Gadafi concede un mayor protagonismo a la mujer que el que se le da en la sociedad islámica, no alcanza las exigencias que plantean las mujeres islámicas de hoy.»

Gadafi mantiene que las mujeres son demasiado frágiles para competir con el hombre y que deben dedicarse a cuidar la casa y los niños. Gadafi ha negado que el Libro verde invoque la discriminación de los sexos. Él mantiene que la mujer no se debe casar contra su voluntad, y que debe tener el mismo derecho al divorcio que el hombre. «La mujer es la dueña de la casa», mantiene el líder libio, «porque es una de las condiciones inherentes a un ser que tiene menstruaciones, que concibe, da a luz y cuida de los niños. La mujer juega el papel de la belleza y la sensibilidad y el hombre el de la fuerza y la inteligencia. Y esto es así porque en parte es natural y porque es la regla básica de la libertad.»

viernes, 14 de octubre de 2011

Paul Breitner

El futbolista alemán, uno de los mejores volantes del mundo, era seguidor de Mao Tse Tung y de la revolución china.

Por Fútbol Rebelde

Paul Breitner, como muchos jóvenes de Alemania y el mundo en los años 70, tomó las banderas de la revolución cultural y del maoísmo. Hizo parte de la generación de mayo del '68, fue seguidor de Ho Chi Minh, lector del Libro Rojo y admirador del Che Guevara.


Llegó a ser jugador profesional en 1970 como lateral izquierdo. Con apenas 22 años, y luciendo el famoso “afro”, fue campeón mundial con la selección de la República Federal de Alemania. Fue una de las figuras del Mundial de 1974, y autor del gol de la final ante Holanda, la sorprendente "naranja mecánica". Pese a esto, no tuvo nunca una buena relación con la selección nacional: llegó a renunciar tres veces a ella.

Breitner pasó a jugar en el medio campo y fue fichado por el Real Madrid. Su llegada al club merengue fue equivalente a la de un marciano. ¡Un maoísta en el club de Franco! Encontrándose allí, dio muestra de su rebeldía al donar medio millón de pesetas como donativo a obreros metalúrgicos de la fábrica Standard que se encontraban en huelga. Con el equipo merengue logró dos ligas y una Copa del Rey.

Se dice que los dirigentes del Real Madrid lo consideraron “jugador conflictivo” y cancelaron su contrato. En 1978 regresó a su club de origen: el Bayern de Munich.

Con su selección jugó en 48 ocasiones y anotó 11 goles. Fue campeón del Mundial de 1974, jugado en su país; subcampeón de España '82; y campeón de la Eurocopa de 1972. A nivel de clubes fue campeón de la copa europea de clubes con el Bayer en 1974. Con este equipo logró también varios títulos nacionales.

Por su excelente rendimiento futbolístico y su potencia fue calificado como uno de los mejores centrocampistas de la historia. Se dijo de él que era un futbolista “capaz de pensar y poner en práctica con las piernas lo que concebía con la cabeza”. Todo en 13 intensos años de carrera como jugador profesional. Breitner se retiró en 1983 por una lesión. Un año antes, el Partido Comunista Chino había abandonado oficialmente el maoísmo.

El futbolista se volvió un ícono de la década de los 70. Siguió vinculado al Bayern de Munich y eventualmente hace de comentarista de televisión y prensa escrita.

lunes, 3 de octubre de 2011

Así se vivía el clásico capitalino

Fidel Cano, director de El Espectador, e hincha irredimible de Santa Fe, hace un recorrido por los clásicos de antaño del ‘León’, un viaje a la memoria de tiempos mejores para el fútbol.



Me hizo hincha del Santa Fe un título, pero soy un hincha sin títulos. Diez años tenía en aquel diciembre de 1975 cuando el equipo aquel del Pancho Hormazábal dio la vuelta olímpica en Medellín. Pero nunca había ido al estadio y en ese entonces no había transmisión por televisión. La primera vez que vi jugar al León fue al año siguiente, ya en la disputa de la Copa Libertadores. Y era un clásico. Qué días aquellos en que Santa Fe era el campeón y Millonarios el subcampeón. Ganó el Santa Fe, Sarnari hizo el gol. Desde entonces supe lo que era un clásico.

No recuerdo mucho de los de aquellos años. Willington Ortiz jugaba en Millonarios y el ‘Chato’ Velásquez casi siempre los pitaba. Ahí comenzó mi relación imposible con los árbitros, pues clásico tras clásico el viejo Willy entraba al área, caía, y había un penalti contra Santa Fe. A mí me parecía que todos eran unos regalos siempre. Y en la tribuna me enfurecía, gritaba, insultaba, me enemistaba con los aficionados azules que me rodeaban. Al final nos dábamos un abrazo y reíamos, ganara quien ganara.

Hoy acepto que la injusticia –que sigo creyendo real— con los penaltis al piscinero Willy tenía también que ver con la física. Willington era un chiquitín extremadamente hábil, regateador y veloz que en aquel entonces jugaba como puntero derecho neto. Nuestro marcador por ese costado era el buen “Cachaco” Rodríguez, que tenía una barriga “cervecera” que le impedía voltearse a tiempo cuando Willington ya había hecho el quiebre y entraba al área o levantaba el centro para otros tremendos jugadores azules, el “Ringo” Converti, Morón, Irigoyen... Se sufría mucho, pero sí, de sufrirlos tanto uno terminaba admirando a los ídolos azules casi como si fueran rojos. Eran otras épocas.

El mejor gol que recuerde en un clásico, de hecho, se lo vi a Converti. Se lo hizo a Luis Jerónimo López, nuestro gran arquero argentino. Era una noche fría. Y más frío quedamos los hinchas cardenales cuando Willington levantó el centro y Converti, de espaldas al arco y desde fuera del área, se levantó en el aire y metió una chilena fenomenal para golpear el balón seco y fuerte y meterlo arriba cerca del paral de Luis Jerónimo. Todavía hoy no sé por qué lo anularon, creo que por falta. Igual esa noche nos ganaron.

Llego hasta acá y me doy cuenta de que he hablado de los jugadores de Millonarios que tanto me hicieron sufrir y poco de los rojos que tantas dichas me dieron, que hicieron que el amor al rojo nunca se perdiera a pesar de esta sed de títulos. Pero no, ver a Ernesto Díaz arrancar por la banda, llegar a la raya final, levantar el centro y que Pandolfi llegara siempre a cabecear era un placer celestial. O al “Caneca” Tévez y al “Bimbo” Viáfara poniendo orden en el mediocampo. No he visto después a nadie parar el balón en su pecho como lo hacía el “caneca”. No me tocó mucho Cañón; llegó en el Santa Fe hasta el 75 y ya después me vino a tocar verlo en su regreso con el América. Pero estaba Céspedes, que era un jugador insoportablemente frío, pero tenía una virtud inmejorable: a Millonarios casi siempre le hacía daño.

Los clásicos luego de esas épocas cuando los equipos bogotanos eran grandes, y no solo por ser buenos equipos sino también por ser instituciones sanas, nunca volvieron a ser lo mismo. Años después fueron un asco, incluso. Después de esos, nunca volví.